viernes, 7 de agosto de 2015

El Jefe del Partido y el Caballero

El Jefe de un Partido se acercó a un Caballero que había visto por allí.—¿Cuánto pagará por tener un cargo público? 
—Nada —respondió el Caballero.
—Pero contribuirá con algo a los fondos de la campaña para promover su elección, ¿verdad? —insistió el Jefe del Partido, guiñándole el ojo.
—No, claro que no —dijo el Caballero, muy serio—. Si la gente quiere que yo trabaje para ella, debe contratarme sin que yo lo solicite. Estoy muy cómodo sin cargos públicos.
—Pero —apremió el Jefe del Partido— ser elegido es una cosa deseable. Servir al pueblo es un gran honor.
—Si ese servicio significa un gran honor —dijo el Caballero—, sería indecente que yo lo buscara; en caso de obtenerlo por mis esfuerzos, no sería honor.
—Bueno —insistió el Jefe del Partido—, espero que por lo menos apoye la plataforma del partido.
El Caballero respondió:
—Es improbable que, sin haberme consultado, sus autores hayan expresado con precisión mis opiniones; y si respaldara su trabajo sin estar de acuerdo con él sería un mentiroso.
—¡Usted es un hipócrita y un idiota! —gritó el Administrador del Partido.
—Ni siquiera su buena opinión acerca de mi idoneidad —respondió el Caballero— logrará convencerme.


Es una fábula de Ambrose Bierce de su  libro 99 fábulas fantásticas. Es muy improbable que hoy queden caballeros de ese tipo en algún sitio (por no hablar de éste país), y si Bierce consideró que ésta era una fábula fantástica, puede que nunca y en ningún lugar.

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