Dijo Nietzsche que un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos. Si eso fuera así -y como hipótesis de trabajo parece funcionar- nadie como los dirigentes del PP -y el propio PP en su conjunto- convierten éste aforismo en paradigma; para el PP, sus votantes -que algunos estiman en un suelo integrado por un 25%-35% del total de votantes son sus intrumentos, el resto de españoles votantes -entre el 65% y 75%- son considerados por el PP como enemigos. Se podría suponer, por tanto, que los votantes del PP que componen ese infranqueable suelo obtendrían beneficios particulares como clase, estatus social o comunidad de intereses; una cierta rentabilidad a cambio de su voto instrumental que los diferenciara del resto de los españoles enemigos a los cuales el PP castigaría con sus políticas. No hay tal, aunque sí algunos datos que creo que explican la fidelización inquebrantable del voto del PP: los votantes del PP son los de mayor edad media (57 años), los votantes del PP son los que cuentan con más jubilados o pensionistas (el 40%) y por último, el PP es el partido que menos estudiantes tiene entre sus potenciales votantes (un 5%). Recuerdo que en España hay actualmente 8,5 millones de pensionistas, por tanto, aproximadamente 3,3 millones de ellos han votado al PP en las últimas elecciones generales.
Que el PP trate -tras el trámite de la votación- de igual manera a los jubilados y pensionistas instrumentales y a los enemigos -o sea, como enemigos a todos- en cuanto a políticas sociales, sanitarias o de pensiones importa realmente poco: con haber agitado en campaña algún espantajo -comunista, populista u otros istas que con seguridad traerían con ellos el diluvio universal- amenazar simplemente con cambios -a los que a ciertas edades se es reacio, que aunque fueran para mejorar, nunca se sabe- y manejar de forma intensiva durante las campañas electorales los once principios de la propaganda de Goebbels, especialmente los de la vulgarización y de la unanimidad, el suelo sobre el que el PP continuará -directa o indirectamente-realizando sus políticas esquilmadoras de lo público permanecerá sólido.
No es que, de forma simultánea, el PP no recurra a otros medios de
fidelización más directos -y basados en una corrupción sistémica de
amplio espectro- pero, en mi opinión, los tres datos anteriores son
decisivos para entender la actual situación sociopolítica del país.
Sí, la conclusión es que hasta dentro de quince ó veinte años éstas circunstancias socio-políticas no se verán sustancialmente alteradas (en el supuesto que pueda garantizarse un mínimo gasto social y de pensiones para llegar hasta allí). Lo malo es que las generaciones que deberían para entonces tomar el relevo como ciudadanos -y votantes- ya estarán acostumbradas a un futuro de trabajo precario: se habrán sustituído a los mayores, jubilados y pensionistas por una generación de semiesclavos en perpetua hambruna y sin otro criterio que el instinto de sobrevivir. Y, para entonces, nuestros jóvenes mejor formados -el futuro del país- ya no serán nuestros: se habrán convertido en extranjeros.
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