lunes, 20 de julio de 2015

España y Cataluña

En el excelente y recomendable análisis de José Antonio Zarzalejos, Mañana será tarde, sobre la realidad política de la España actual -recomendable, sobre todo, para aquellos que no coincidan con la ideología conservadora del autor- hay, a mi modo de ver, un capítulo especialmente interesante titulado Cataluña, la grieta española.
En él se explica la fundamental labor del padre de la patria catalana, Jordi Pujol, en cuanto que paciente estadista formador de opinión de tal modo que, tras cuarenta años de hegemonía nacionalista, se ha instalado en el imaginario colectivo catalán la idea-fuerza de la inevitabilidad de un estado catalán como única forma de supervivencia de Cataluña. Y no sólo eso. De forma paralela y coadyudando a la implantación de esa idea, fué capaz de inducir en los socialistas catalanes una marcada impronta nacionalista -algo impensable en cualquier partido con denominación socialista, no ya en el resto del mundo, sino incluso en el País Vasco- y, además, que en las siempres conflictivas relaciones entre España y Cataluña se asumiera que lo que fallaba era básicamente el proyecto del estado español. Y de éstas dos últimas estrategias ahora se ven los resultados: el PSC acabará roto y en una irrelevancia política en desacuerdo con su importante base social y, en segundo lugar, se ha llegado a un punto en que no cabe más solución que una reforma en profundidad de la Constitución y del modelo de Estado para España. Con independencia de la corrupción que afecta a Jordi Pujol -y a todo el entramado político-institucional que él creó- ahí están los resultados de cuarenta años de política con una sóla meta: Cataluña. 
Desafortunadamente, durante todos esos años, ni PSOE ni PP han sabido estar a la altura de las circunstancias -siempre trapicheando  y menudeando  con CiU para conseguir el apoyo que les asegurara el gobierno central- y es previsible que eso no cambie si el bipartidismo continúa vigente.
Otra tarea a añadir a la larga lista de lo que se debe cambiar para que éste país (o países) pueda(n) funcionar. Que está por ver si cambiar concretamente ésto será posible, pero que cada vez es más improbable.

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