A muchos nos parece que la situación en nuestro país es deplorable desde numerosos puntos de vista, comenzando por los aspectos social y político; las desgracias naturales como la actual pandemia debida al virus de la CoVid19 se ceban especialmente en huéspedes débiles, como es nuestro caso.
Como creo conveniente conocer nuestra historia como país -con objeto de evitar, de ser posible, la condena de la repetición- se me ha ocurrido recuperar un texto de la revista semanal España que José Ortega y Gasset fundó en 1915 y dirigió hasta 1916 (luego lo harían Luis Araquistáin de 1916 a 1922 y posteriormente Manuel Azaña hasta su cierre en 1924), el texto reproducido a continuación corresponde al número 302 publicado en Enero de 1922, el primero tras una suspensión gubernativa en Febrero de 1921 -sí, hace exactamente un siglo- y que supuso que la revista dejase de publicarse durante diez meses.
Sé que los paralelismos -inevitables- que se pueden establecer con la actual situación en España pueden resultar frustrantes a la vista de lo poco avanzado -por méritos propios- en un siglo, pero creo que peor sería la ignorancia respecto a nuestro pasado. Tanto la revisión de los distintos números de la revista España como los textos de Manuel Azaña (accesible todo ello en formato digital en el archivo de la Biblioteca Nacional de España / Biblioteca Digital Hispánica) son utilísimos para entender nuestro presente.
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ESPAÑA
SEMANARIO DE LA VIDA NACIONAL
1922
DIRECCIÓN V ADMINISTRACIÓN: CALLE DEL. PRADO, 11 - APARTADO DE CORREOS NÚM. 139. TELÉFONO 5.233
SUSCRIPCIÓN: UN AÑO, 17,50 PESETAS SEMESTRE, 9 , PTAS. - TRIMESTRE, 5 PTAS , EXTRANJERO, UN AÑO, 27,50,PTAS.
MADRID, 7 de ENERO
AÑO VIII-NÚMERO 302
ESPAÑA EN 1922
SALUTACIÓN
Al reanudar la comunicación con sus lectores en estos principios de 1922 -después de diez meses de reposo y silencio- la Revista ESPAÑA los saluda con la cordialidad que corresponde a tan fieles amigos y hace votos de ilusión y esperanza para el porvenir, ya que el presente se nos aparece aciago como buque que se hunde en los altos mares y en la noche.
LA HISTORIA DE SIEMPRE
Una historia minuciosa de estos meses transcurridos desde nuestra suspensión en febrero de 1921 hasta este resurgimiento de ahora, sería tan superflua como la historia de otros tantos años en la evolución de la corteza terrestre: no ha habido perceptibles cambios esenciales. Un cambio de Gobierno; un desastre colonial; una etapa parlamentaria vocinglera y estéril; unas cuantas leyes echadas como carnaza a las fauces insaciables de una plutocracia que culmina en las cumbres del Estado; unos cuantos centenares de presos inocentes en las cárceles, mientras los criminales andan por ahí sueltos y con honores; una prensa muda; un Arancel que se eleva, en cada una de sus reformas, no por palmos, sino por hectómetros, y ya pronto tocará el cielo, para que pueda existir una industria en general raquítica, impotente y estúpidamente organizada, a costa de la depauperación continua de todo un pueblo; unos políticos cada vez más estólidos e ineptos y unos partidos cada vez más atómicos; y el Sr. Cierva imaginándose que a él ha transmigrado el alma de Napoleón... no son ciertamente novedades específicas de estos últimos diez meses. Son las mismas sórdidas antiguallas de siempre en la España de la Restauración, por no decir de todo el siglo XIX y de todos los siglos. ¿De qué profundidades del tiempo le vendrá a España este morbo que hace que sus gobernantes sean cada día más incapaces y pícaros, y su pueblo cada vez menos libre y más pobre y resignado?
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FUTURO ACADÉMICO
Ha corrido el rumor de que el presidente del Consejo de ministros y de la Academia de la Lengua, Sr. Maura, se propone premiar los buenos servicios patrióticos del Sr. Lerroux llevándole a uno de los sillones de la venerable institución lingüística. Plausible es el propósito. Ya era hora de que un hombre de las barricadas -aunque sólo sean metafóricas- tenga asiento en el ultramontano cónclave, siquiera porque no esté solo nuestro querido D. Jacinto Octavio Picón. La presencia del Sr. Lerroux en la Academia, aunque rompa la tradición política, no es infiel a la tradición literaria, porque en un país donde no son académicos, ni acaso puedan nunca serlo, hombres como Unamuno, Azorín, Valle-lnclán, Pérez de Ayala y otros, no es extraño que lo sea D. Alejandro Lerroux. Casi le adornan demasiados méritos literarios para serlo.
Pero por nuestro gusto, mejor le nombraríamos de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, sobre todo por lo de Morales. Aunque para hombres de su estirpe fuera mejor crear una Academia de Mora Política, presidida por cualquier Maquiavelo de origen y astucias lugareños.
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El Sr. Cierva que se menciona es el político conservador Juan de la Cierva y Peñafiel, que, a partir de 1902, estructuró en Murcia una red de caciques que mantuvieron un control absoluto sobre los pueblos a cambio de fidelidad política a su familia; este período se conoce en Murcia como ciervismo; a nivel nacional, se formó en su entorno un grupo político de signo autoritario: los ciervistas. En la fecha de referencia, ocupaba el cargo de Ministro de la Guerra en el gobierno de Antonio Maura y como consecuencia del conflicto entre éste y las Juntas de Defensa (muy relacionado con los casos de corrupción en el Ejército de Africa) el gobierno de Antonio Maura dimitió el 12 de Enero de 1922; sin embargo Alfonso XII volvió encargar a Maura la formación de gobierno. Juan de la Cierva continuó siendo ministro en varios gobiernos conservadores, miembro de la Asamblea Nacional Consultiva (una especie de consejo asesor en que fué convertido el Congreso de los Diputados) durante la dictadura de Primo de Rivera y, finalmente, de nuevo ministro en el último gobierno monárquico del régimen de La Restauración, en 1931. Se exilió en Biarritz a la llegada de la República ese mismo año. Murió en Madrid, refugiado en la embajada de Noruega, en 1938.
Alejandro Lerroux fué un cordobés de mucha labia y bastante desparpajo, trasplantado a Barcelona, que a comienzos del siglo XX se enfrentó a la vez al nacionalismo catalán y al anarcosindicalismo, logrando mediante su mensaje populista y demagógico la adhesión, incluso, de una buena parte de los trabajadores y que por ello llegó a ser denominado Emperador del Paralelo. En 1908 formó su propio partido, el Republicano Radical, que, con bases ideológicas volátiles y acomodaticias, tanto podía ser anticlerical violento un día como republicano moderado y burgués al siguiente; integrado en la plataforma Alianza Republicana formó parte del comité revolucionario que conspiró contra Alfonso XIII, siendo su partido miembro del Gobierno provisional que dirigió el país durante los primeros meses de la República y participante en la redacción de la Constitución de 1931. El propio Lerroux fué ministro de Estado (equivalente al actual Ministerio de Asuntos Exteriores) en el primer gobierno de izquierdas presidido por Manual Azaña. Pero ya en diciembre de 1931 -tras sólo unos meses como ministro- abandonó el cargo por su desacuerdo en mantener la alianza radical-socialista en que se basaba el gobierno y pasó a la oposición durante el bienio reformista (1932-1933). A partir de entonces se aproximó a las posiciones de la derecha y tras su éxito en las elecciones de noviembre de 1933 pactó con la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) para formar gobierno. Entre 1933 y 1935 ocupó tres veces la presidencia del gobierno, además de carteras en Guerra (1934) y Estado (1935). Acabó en el más absoluto descrédito político muy poco después, en 1935, por su implicación directa en el caso que legó su nombre como prototipo de la corrupción: el del estraperlo, al que luego se añadió el asunto Nombela; en las elecciones generales de Febrero de 1.936 se quedó sin Acta de diputado, sufriendo su partido un definitivo descalabro electoral ya que obtuvo solamente 5 diputados y un 1,1% de los votos escrutados. En el transcurso de la Guerra Civil apoyó a los militares sublevados contra la República, aunque luego se exilió en Portugal.