martes, 30 de abril de 2019

Esta ley electoral

Es conocido que la vigente ley electoral es poco equitativa en la traducción de votos a parlamentarios elegidos y que esa característica falta de proporcionalidad es intencionada, ya que con ello se perseguía supuestamente el beneficio de la estabilidad política al favorecer la formación de mayorías de gobierno, para abreviar, favorece un sistema bipartidista; sin embargo esa ley traduce también una de las principales contradicciones constitucionales que, por una parte,  reconoce explícitamente en el artículo 14 la igualdad entre todos los españoles y, por otra parte, establece en el artículo 68 como circunscripción electoral la provincia y establece que a cada una de ellas ha de tener un número mínimo de diputados elegibles; una consecuencia directa de ésto último es que los votos necesarios para ser elegido diputado no son los mismos en cada provincia; por ejemplo, los votos necesarios para elegir a un diputado en Madrid, Barcelona o Valencia son entre tres y diez veces los necesarios para elegir un diputado en la provincia de Soria; otra consecuencia es que un importante porcentaje de votos no logra representación parlamentaria al no llegar al mínimo requerido en cada provincia para ello, lo que no ocurriría si se considerara toda España como circunscripción única, aún manteniendo el procedimiento vigente de asignación de escaños (método d'Hont); que sería una forma sencilla, justa y eficaz de promover una igualdad a la que se da categoría de derecho fundamental de todos los españoles en el artículo 14 de la Constitución.
Según este último procedimiento (existen alternativas), es evidente que la traducción de votos a escaños sería mucho más justa y equitativa; los principales beneficiarios del procedimiento vigente han sido y continúan siendo tanto los representantes tradicionales del bipartidismo (PP y PSOE) como los partidos nacionalistas, de fuerte implantación en algunas provincias (las correspondientes a las distintas nacionalidades). Y parece evidente que los beneficiarios de este sistema tal y como está establecido no sean muy partidarios de su reforma, por muy injusto y contrario a la democracia que los datos demuestran que es.

viernes, 26 de abril de 2019

Convicción(es)

Tanto Soraya Rodríguez (procedente del PSOE) como Angel Garrido (procedente del PP) han abandonado sus respectivos partidos recientemente y han sido acogidos en Ciudadanos (el partido que más que regenerar, recicla); no son los únicos -aunque sí quizá los más sonados debido a la relevancia de los puestos ocupados en su anterior partido- que ante el contraste de fidelidad que suponen unas elecciones -por el puesto adjudicado a cada candidato en las listas electorales- no han superado ese test y han decidido cambiar de baraja e incluso de juego; no obstante, todos ellos afirman que lo hacen por convicción (o convicciones). Y ello es así porque como los políticos viven de la palabra (o palabras) que utilizan a menudo para explicarse y justificar sus actos y posturas, es lógico que recurran a una palabra, convicción, de tan buena apariencia, que sugiere, una actidud o conducta recta y honesta. Pero, cuando constatamos que la convicción o creencia significa básicamente dar algo por cierto sin poseer evidencia de ello, la afirmación de actuar por convicción se vuelve bastante más sutil y menos rotunda. En efecto, si la creencia  es el estado de la mente en el que un individuo supone verdadero el conocimiento o la experiencia que tiene acerca de un suceso o cosa; ¿no puede ser ese suceso o cosa producto de la sospecha cierta de que en el partido en que militan no van a rascar bola en el futuro y que sus diversos emolumentos van a sufrir una merma igualmente previsible, derivada de su postergación en cuanto a cargos, representaciones y mamandurrias anejas?; no olvidemos que todas las convicciones y creencias se basan en suposiciones sobre algo que se da por cierto sin poseer evidencias de ello. Y los políticos supongo que esta sensibilidad supositoria la tienen desarrollada en alto grado por la pura necesidad de mantener el equilibrio mientras cabalgan los distintos momios. Quiero decir que, desde el punto de vista de la ciudadanía, ésta tiene la percepción de que la principal convicción de los políticos que así actúan se basa fundamentalmente en su propio interés personal y no en algún otro tipo de condicionante moral o ético que la palabra convicción parece sugerir; es la simple convicción de que les conviene trasladarse a otro partido que les garantice puestos, emolumentos y el mantenimiento de una posición que para ellos es ya irrenunciable, como si fuera la antiguedad o los trienios, portables con el cambio de empresa. Es decir, que más allá de anécdotas y casos concretos, el transfuguismo adoptado con tal naturalidad por sus actores -los tránsfugas y los beneficiarios de las fugas, principalmente- da que pensar y hace suponer que los políticos son meros agentes comerciales de ideas o políticas que se venden a la ciudadanía y que esa función la pueden cumplir sin dilema moral alguno en distintas y/o supuestamente contrapuestas formaciones políticas;  en todo caso, ¿quien puede afirmar a que causas se debe realmente su postura?: nadie puede afirmar qué convicciones tiene cada uno en su interior; entramos, pues, en la pura suposición sospechosa. 
Pero estaría bien -si lo que se trata por parte de los tránsfugas es de justificarse- que dejaran pasar, por puro decoro, algún tiempo para explicar tal transformación de convicciones, porque, en los dos casos mencionados, por ejemplo, parece que una divina luz cegadora les ha convencido de forma instantánea, como a Pablo de Tarso, perseguidor incansable, hasta ese milagroso momento, de los seguidores de la doctrina cristiana (en la foto vemos a Garrido intentando identificar la procedencia del divino rayo, mientras Ignacio Aguado, de Ciudadanos, le explica que, en realidad, era un foco situado a propósito para convertirlo a la verdadera fe, la de Ciudadanos; ambos ríen, finalmente, la broma); las palabras más suaves con las que Garrido se refería a Ciudadanos en la época en que militaba en el PP eran populistas, chupacámaras y sectarios; es de suponer que su llegada a Ciudadanos produzca cambios radicales en estas malas costumbres de su nuevo partido. Pero mejor estaría, incluso, que estos políticos conversos no se expliquen en absoluto, absteniéndose así  de insultar la inteligencia de la ciudadanía y ofender su olfato;  a veces es peor meneallo, que diría Don Quijote: huele más.

miércoles, 24 de abril de 2019

Monjes y monas

El hábito no hace al monje, asegura la sabiduría popular, que tambien lo dice de forma aún más cruda: aunque la mona se vista de seda, mona se queda. En los recientes debates entre cuatro de los candidatos a las próximas elecciones generales, uno de ellos, vestido de calle, tuvo que pedir, en varias ocasiones, educación, respeto y sentido de Estado a los otros tres, trajeados, encorbatados y enzarzados entre sí.
Y si tuviera que resumir de urgencia los dos debates en unos cuantos flashes, además del mencionado, me vienen a la mente los siguientes:

-Rivera diciendo a Sánchez: ¿ya ha acabado usted de mentir?, ahora me toca a mí; y, efectivamente, continuó haciéndolo con esa urgencia propia del que desea anegar la capacidad de atención del oyente -o votante- por saturación traumática.

-Rivera enrollando y densenrollando un papiro donde se referenciaban los casos de corrupción del PSOE. Lamentablemente no llevó otro con los casos corrupción del PP: quizá debido a que la altura hubiera resultado excesiva.

-Rivera diciéndole a Sánchez no se ponga usted nervioso; él, que estaba tan sobrerevolucionado como una moto de competición.

Sí, lo siento, todos los flashes con momentos punteros de Alberto Carlos Rivera, el más sobreactuado caricato, con diferencia, de los cuatro; a mí siempre me ha recordado a aquellos vendedores ambulantes de el Rastro de Madrid, que vendían lotes de peines y cuchillas de afeitar ante una audiencia boquiabierta y entontecida por la velocidad de palabra del marchante y  algún que otro gancho que, al final de la perorata, hacía como que compraba (tan antiguo, al menos, es el marketing del modernísimo señor Rivera, que, si le va mal en la política, siempre le quedará presentar Pasapalabra). Por no mencionar su minuto de oro en el primer debate (¿lo escuchan?, ¿lo oyen?), dando carnaza para multitud de memes en las redes sociales; por cierto, puro plagio de un tuit de Oskar Matute, (de EH Bildu, ¡qué cosas!) dirigido precisamente a Rivera, que ha pretendido colarnos algo de matute, literalmente; todo les vale en Ciudadanos, que más que un partido de los autónomos podría vendernos ser un partido de lo reciclado; seguro que los marcos de las numerosas fotos que mostraba Rivera durante el debate son de su mesilla de noche.


Se me olvidaba; más que un flash, un clase magistral de Iglesias, leyendo la Constitución a los constitucionalistas, que puede que a algunos haya  servido para descubrir que en la Constitución hay más artículos -bastantes- antes y después del 155.

lunes, 22 de abril de 2019

Otras instrucciones para votar

El ínclito Fernando Sánchez Dragó -de conocida trayectoria política y personal- que últimamente se dedica, entre otras actividades, a glosar al líder de Vox (Santiago Abascal. España Vertebrada como queriendo recordar a Ortega y Gasset, aunque sólo sea en el título), tambien se ha permitido pergeñar un tetrálogo de instrucciones para votantes, aunque como prólogo y colofón del mismo se reconoce abstencionista habitual: se ve que él se considera por encima de tales minucias y que no existe ninguna contradición en ello (haz lo que bien digo y no lo que mal hago que muchos convierten en haz lo que yo digo y no lo que yo hago, sin ser exactamente lo mismo). Y si fuera verdad lo que afirma sobre que no votar es una forma de hacerlo, ha tiempo que el abstencionista habría sido el partido mayoritario -permanentemente-  y si se hubieran dejado sin ocupar los escaños que les hubieran correspondido tanto en el Congreso como en el Senado, hace tiempo también que la política de este país habría sido bastante distinta a la que ha sido.
Según él, lo primero que hay que hacer -y para argumentarlo le vale tanto Hobbes como Octavio Paz ó Voltaire-  es elegir al único partido no socialdemócrata que se presenta a las elecciones: Vox (se le ha olvidado comentar que es el único partido que, además, se confiesa no demócrata; curiosamente se ha presentado y se presenta a unas elecciones). Pues yo creo que lo primero que habria que hacer es no dejarse confundir por las siglas y sedicente adscripción política, por ejemplo, el PSOE ¿es realmente socialista y obrero? Por más que afirmar que el PP y Ciudadanos son socialdemócratas -aún considerando la desnortación actual de la socialdemocracia- puede causar más de un ataque de risa floja o, alternativamente, de asombro y perplejidad. Ya son ganas de retorcer el lenguaje y, en éste caso, no tiene ni la excusa de que se deba a una licencia literaria.
Lo segundo, sentido común, ese baluarte de políticos incapaces -algunos de reciente memoria- aunque, como ya muchos han señalado, es el menos común de los sentidos. Porque, puestos a utilizarlo, ¿no es de sentido común que han de priorizarse las políticas sociales -educación, sanidad, dependencia, pensiones- que afectan a los españoles sobre la unidad de España o sus banderas, o sea, exactamente lo contrario a las propuestas de Vox?
Lo tercero para el señor Sánchez Dragó es no votar pensando en Europa a la que concluye que le cabe el destino producto de la segunda ley de la termodinámica: supongo que él supone que sea el caos y/o el desorden, ya que, como su cientificismo lo es de oídas, se ha quedado con esa idea, en vez de la de entropía, y el concepto de la transición entre estados de equilibrio, que es lo que realmente propone la segunda ley de la termodinámica; creo que sería útil recordar este corolario sobre la segunda ley de la termodinámica para aplicarlo al actual panorama político: ningún proceso cíclico es tal que el sistema en el que ocurre y su entorno puedan volver a la vez al mismo estado del que partieron.
Correcta, por último, su cuarta instrucción, que suscribo totalmente:  el populismo siempre es demagogia, pero cuando se suma al nacionalismo conduce al totalitarismo. No tiene más que recordársela a sí mismo y a la fuerza política que parece propugnar: Vox.
Creo que ni con aguarrás salen las manchas de la ignorancia o las que produce la chochez.

miércoles, 3 de abril de 2019

Ferlosio: In memóriam

Con Rafael Sánchez Ferlosio ocurre algo parecido a lo que sucede con el artículo 155 de la Constitución -y eso que éste es de lectura bastante menos trabajosa- que muchos de los que lo alaban y se hacen lenguas sobre sus bondades generalmente no lo ha leído.

Como homenaje y recordatorio a tan excelente escritor y, hasta donde puedo suponer, mejor persona -que, seguramente, me ayudó a no tener prejuicios ante ciertas palabras o conceptos tales como integridad o radical, por ejemplo- no se me ha ocurrido nada mejor -aprovechando que estamos en campaña electoral y lo comentado al principio- que recordar algunos de sus Pecios -género literario de su invención, entre cuento, aforismo y greguería-  pertenecientes a un volumen recopilatorio de sus ensayos titulado La hija de la guerra y la madre de la patria:

(El Despreciable) El mitin electoral reaviva mis prejuicios contra la democracia de partidos. Todos ven la abyección de los oradores, pero nadie la del público. Si éste en los toros es El Respetable tan sólo porque puede aplaudir o pitar y abuchear, se vuelve «el despreciable» allí donde no caben más que los aplausos y las aclamaciones. Si a una frase del orador alguien dijese «¡No, eso no!», sería acallado o tal vez hasta expulsado como intruso. El supuesto forzoso de la unanimidad incondicional convierte todo mitin en una práctica fascista: el local se transfigura en una Piazza Venezia, donde cualquier partido es «partido único». Una contienda electoral no disuelta en el tiempo sino concentrada en fechas extrema en cada partido lo que es puro instrumento de victoria, ahogando la diferencia en la otreidad del «conmigo o contra mí» y trocando el continuo móvil, modulable, de la diversidad en la tajante discontinuidad del «todo o nada», de la que inevitablemente se deriva esa abominación de la unanimidad y la incondicionalidad que infecta de fascismo a los partidos. El que, como en las democracias, haya varios se queda en una situación fáctica sin duda más benigna para la mera vida, pero ni quita para que cada uno de ellos sea en sí, dentro de sí, partido único ni comporta, por ende, ninguna mejoría para la inteligencia de las gentes y la objetividad de la opinión política, ni aun menos para la dignidad, la animación y hasta la estética de una por lo demás casi inexistente vida pública. En cuanto a los que acuden a los mítines, tal vez la cotidiana catarata de aplausos al dictado de la televisión colabore no poco en atrofiar cualquier resto de orgullo, de sensibilidad y de vergüenza, para que —olvidada ya la «adhesión inquebrantable» de mando entonces, como dice, felizmente, Umbral— no sientan la indignidad de someterse a nuevas ceremonias que no admiten más que aplausos fervorosos y ardor aclamatorio.

(Españolez) Uno de los rasgos característicos de la españolez es el de que los españoles nunca oyen nada que les merezca decir: «Es falso», sino tan sólo cosas de las que decir: «Es total, absoluta y rotundamente falso».

...y también éste, de buena mañana, preferiblemente después de desayunar:

(Progreso y libertad) El que no puede parar está tan quieto como el que no puede andar y el que no puede andar no está más quieto que el que no puede parar; sólo el quieto que puede andar está realmente parado y sólo el que anda pudiendo parar está realmente andando.

...este último (después de un conveniente triturado) me ha sugerido, con todo el respeto debido, esta posible glosa:

El que no puede dejar de escuchar está tan sordo como el que no puede oír y el que no puede oír no está más sordo que el que no puede dejar de escuchar; sólo quien no escucha aunque pueda oír está realmente sordo y sólo el que escucha pudiendo no hacerlo realmente oye...que, para quien no quiera estrujarse demasiado las meninges, podríamos resumir en el antiguo refrán: no hay peor sordo que el no quiere oír.

martes, 2 de abril de 2019

La asimetría, de nuevo

Es notable la asimetría en la valoración de los principios morales que se admite como exigibles a los políticos por el hecho de pertenecer a formaciones políticas de derechas o de izquierdas (quien iba a decir que resurgieran con tanta fuerza denominaciones que muchos tachaban de obsoletas no hace tanto) y me refiero a las reales, no a las sedicentes de una y otra orientación.
Por ejemplo, que los dirigentes de Podemos se compraran una vivienda mediante una hipoteca fué pasto de los medios (de los que iniciaron el fuego informativo -esos que ahora comienza a demostrarse como financiados por las cloacas del Estado- y de los seguidistas que añadían leña al mismo fuego con disimulo pero, al parecer, nadie tiene el menor interés en averiguar como ha financiado su supuesto chalet en Pozuelo de Alarcón el líder de Ciudadanos, Alberto Carlos Rivera; los medios proprocionaron incluso fotografías y la localización exacta de la vivienda de los dirigentes de Podemos (*), pero a día de hoy poco se sabe de la vivienda del líder de Ciudadanos; mucho menos su exacta localización, seguramente por seguridad; esa seguridad cuyo reparto también parece que se asigna de forma asimétrica: tienen derecho unos pero no otros. Aunque razón tiene el líder de Podemos al decir que si la información -que, por otra parte, es pública- sobre su vivienda es lo máximo que han podido conseguir quienes pretenden denostarle, significa que su nivel ético resiste bastante mejor las críticas que el de sus rivales políticos.
Y por seguir con las comparaciones -que siempre son odiosas, especialmente para quien pretende obviarlas- también fué tema polémico -y al parecer, político- por una temporada el hecho de que los ahora dirigentes de Podemos fueran pareja pero, sin embargo, es perfectamente normal que el líder de Vox, Santiago Abascal, haya incluído en las listas de su formación política para las próximas elecciones generales a su madre, su hermana y su tía (puede que para demostrar su ferviente feminismo de derechas) siendo notorio que la familiaridad no otorga -per se- habilidades políticas (por otra parte bastante ausentes y/o desconocidas en el líder de Vox) sino que responde a la esencia de una palabra antigua de nombre muy lucido: nepotismo.
Por no hablar, también por ejemplo, de los millonarios créditos bancarios a ciertas formaciones políticas  y los microcréditos con que  otras financian su campaña electoral. Me parece correcto que cada formación política defina y asuma sus niveles de autoexigencia ética (siempre que estén dentro de la legalidad); pero es información relevante y que no debería hurtarse sistemáticamente -como se hace- a los votantes. ¿Podría ser porque los medios dependen -en su mayoría- de las mismas entidades bancarias que facilitan esos préstamos  para financiar las campañas electorales a ciertas formaciones políticas? ¿Casualidad?, no lo creo.
En fin, que cuando nos despachamos a gusto debido a nuestra frustración por la asimetría -tremenda, ésta- entre las promesas electorales de los políticos y lo poco que de ellas se convierte en realidad con un tajante y simplista todos son iguales, deberíamos recordar la coda a ésta frase que escribió George Orwell en Rebelión en la granja: pero algunos más iguales que otros. Y, de paso, leer el libro: es cierto que la corrupción se desarrolla y florece casi de forma natural en entornos políticos totalitarios, pero no tiene mayor dificultad en adecuarse y prosperar en otros.
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(*) ...más datos en este sentido: que hubiera deficiencias en la seguridad de la cámara de vigilancia de la vivienda del líder de Podemos (comunicada en Octubre del año pasado a los responsables de dicha vigilancia) que permitieran su emisión en directo a través de Internet, es un hecho que se ha diluído y concluído en el reconocimiento por parte de la Guardia Civil de que fué así, efectivamente; en cambio la proyección de los papeles de Bárcenas -información que es pública y admitida como prueba en procesos sobre corrupción- en la Plaza Mayor de Madrid por parte de Podemos es intolerable para el PP; aclaremos -por si fuera necesario- que lo que no toleran es la proyección, no la corrupción.