Ciudadanos se equivoca profundamente en su estrategia de querer intermediar entre el PP y el resto de partidos en la actual coyuntura; si bien es cierto que el PP obtuvo más votos que cualquier otro partido en las pasadas elecciones generales, no es el respeto a esos millones de votantes -el argumento que suele esgrimir Ciudadanos- la razón de mantener al PP dentro de una interlocución política normal en democracia, antes bien, por respeto a la mayoría de esos votantes que debemos suponer que aborrecen la corrupción, creo que se debería dejar al PP consumirse en las llamas producidas en la pira que la propia organización de ese partido ha ido acumulando durante años (con más rapidez en las épocas en que el PP ha tenido más poder político); son patéticas sus propuestas de autoregeneración, que más parecen los desesperados gritos de auxilio -mezclados con maldiciones y amenazas- de un condenado a la hoguera.
Por mucho que Ciudadanos calcule la rentabilidad política que ese papel de bisagra le podría reportar actualmente, debe anteponer su deber ante el conjunto de la ciudadanía y, en definitiva, sus propios intereses a medio y largo plazo: un partido supuestamente regeracionista no puede atarse a la rueda de molino de la corrupción del PP. Ni debería pretender que ningún otro lo haga, que algunos bastante peso llevan ya.
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