domingo, 17 de enero de 2016

Privilegios

Al parecer, la vicepresidenta primera del Congreso de los Diputados, Celia Villalobos (PP), considera que la decisión de los miembros de la Mesa del Congreso de Ciudadanos y Podemos de renunciar al uso del coche oficial, se debe a excesivo postureo ya que, a su juicio, es simplemente un instrumento de trabajo más y recuerda que los coches son propiedad de la Cámara y los conductores son funcionarios, por lo que no utilizarlos no supondrá un ahorro para las arcas públicas; en concreto, y poniéndose a sí misma como ejemplo, ha recordado también que ella usa el coche como representante del Congreso para ir a trabajar.
Tanto tiempo considerando los privilegios como algo normal y merecido -para algunos- construyen un argumentario que así expresado hacen que al resto de la ciudadanía se nos quede el pasmo instalado en la cara justo antes de poder indignarnos y replicar: o sea, ¿tenemos todos derecho -de algo seremos representantes- a tener no sólo coche, sino coche y chófer, y a ser trasladados así diariamente al trabajo?; ¿renunciar a un privilegio cuando menos cuestionable es postureo?; ¿no es cierto, igualmente, que las herramientas pueden ser bien o mal empleadas, tal y como ella misma demostró simultaneando la presidencia de una sesión del Congreso de los Diputados con una partida de Frozen Free Fall en una tableta que el Congreso seguro que no le proporcionó para esos fines lúdicos (o, al menos, no en esos momentos)?. 
Ya conocemos que la señora Villalobos utiliza el coche -más bien al chófer que lo conduce, al Manolo de turno-  también como un saco de boxeo verbal en el que calmar sus nervios y frustaciones, pero seguro que en el Congreso, a poco que pensaran, encontrarían un destino alternativo para el parque móvil y los conductores que tengan asignados. Y racionalizar o dimensionar adecuadamente su uso sería, desde luego, beneficioso para las arcas públicas.

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