De la entrevista publicada en El País a Felipe González en la que éste mezcla bastantes obviedades con igual número de consejos disfrazados de reflexión política y basados -supuestamente- en su experiencia de gobierno, no ha dejado de llamarme la atención alguno que otro de éstos últimos.
Afirma, por ejemplo, que a nadie le extrañará que a estas alturas de mi vida prefiera que haya un Gobierno con programa acordado para España, porque lo necesitamos, incluso si no es el Gobierno que más me guste a mí personalmente; que ya digo que me ha llamado la atención -¿acordado por quién?- por cuanto supone que si todos pensáramos igual, sobraban la elecciones: si anteponemos el hecho de que se gobierne el país a que se gobierne como yo creo -y crean conmigo una mayoría de ciudadanos- que debe serlo, cualquier dictadura valdría; es lo mismo que anteponer España a los españoles -el país a los paisanos- una idea que tiranos y dictadores de éstas tierras siempre han esgrimido como superior e incontestable. Y que, en definitiva, coincide con el lema de la Ilustración: todo para el pueblo, pero sin el pueblo, frase que tiene más sentido recordando el original francés: Tout pour le peuple, rien par le peuple (Todo para el pueblo, nada por el pueblo). Y si el abuelo Cebolleta contaba batallitas de la guerra de Filipinas, Felipe González nos quiere retrotaer al siglo XVIII; parece que poca confianza personal le ha quedado en los españoles y en la democracia tras 14 años de gobierno de éste país y 20 de jubilación política, en los que ha tenido tiempo de aburrirse en consejos de administración como el de Gas Natural, empresa a la que se vendió la pública Enagas durante su mandato; quizá nos podría amenizar con alguna batallita a éste respecto. Más que nada por matar el aburrimiento -el suyo- y que así dejara de enredar.
Afirma, por ejemplo, que a nadie le extrañará que a estas alturas de mi vida prefiera que haya un Gobierno con programa acordado para España, porque lo necesitamos, incluso si no es el Gobierno que más me guste a mí personalmente; que ya digo que me ha llamado la atención -¿acordado por quién?- por cuanto supone que si todos pensáramos igual, sobraban la elecciones: si anteponemos el hecho de que se gobierne el país a que se gobierne como yo creo -y crean conmigo una mayoría de ciudadanos- que debe serlo, cualquier dictadura valdría; es lo mismo que anteponer España a los españoles -el país a los paisanos- una idea que tiranos y dictadores de éstas tierras siempre han esgrimido como superior e incontestable. Y que, en definitiva, coincide con el lema de la Ilustración: todo para el pueblo, pero sin el pueblo, frase que tiene más sentido recordando el original francés: Tout pour le peuple, rien par le peuple (Todo para el pueblo, nada por el pueblo). Y si el abuelo Cebolleta contaba batallitas de la guerra de Filipinas, Felipe González nos quiere retrotaer al siglo XVIII; parece que poca confianza personal le ha quedado en los españoles y en la democracia tras 14 años de gobierno de éste país y 20 de jubilación política, en los que ha tenido tiempo de aburrirse en consejos de administración como el de Gas Natural, empresa a la que se vendió la pública Enagas durante su mandato; quizá nos podría amenizar con alguna batallita a éste respecto. Más que nada por matar el aburrimiento -el suyo- y que así dejara de enredar.
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