Toni Cantó en su papel de Defensor del Español, ha abundado en que esos términos pertenecen a la neolengua cuya finalidad es la de disminur el área de pensamiento (como si ello le supusiera un problema personal; decididamente las collejas de Sole han tenido un efecto esperable, aunque tardío) y a Pérez Reverte le parece mal porque deduce que, a partir de ahora, se calificará de fascista a quien utilize la palabra pobre (sorprendente deducción) y añade, para que quede patente su inconformismo intelectual: en España seguimos siendo gilipollas por encima de nuestras posibilidades.
Lo cierto es que hablando de pobreza con precisión, tanto la UE como el INE en España se refieren a porcentajes de población en riesgo de pobreza y/o exclusión social (Indicador AROPE) como a población en situación de carencia material severa que, según el INE en su Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) para 2020, ha crecido hasta el 7% desde el 4,7% del año anterior.
En lo de los gilipollas -la variante castiza de los tontos de siempre- no puedo por menos que estar de acuerdo con Pérez Reverte, de hecho yo tengo la firme creencia de que los tontos son mayoría y, por tanto, puede que resulten demasiados (dependiendo siempre de las posibilidades que nos supongamos o se nos hayan asignado); la tasa de población con carencia intelectual severa creo que el INE no la mide, pero es un hecho que tales individuos prosperan en casi todos los climas y ambientes. Y ser español o literato no es vacuna para ese virus.