El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha decidido no considerar -ha inadmitido a trámite, en la particular jerga judicial- la
querella presentada por la Fiscalía contra la diputada de Vox, Rocío
Monasterio, por falsificar el sello del Colegio de Aparejadores de Madrid en una documentación presentada por ella ante el Ayuntamiento de Madrid al no reunir los hechos relatados los caracteres del delito
de falsedad documental atribuido a la querellada; según los jueces inadmisores, la reproducción gráfica de un
visado del Colegio de Aparejadores anterior en los planos de un
proyecto posterior es tan burda y perceptible a simple
vista sin necesidad de pericia, que resulta incapaz de inducir a error
alguno sobre la autenticidad a ninguna persona en general y mucho menos a
técnicos del departamento urbanístico que hubiese de validarla, por lo
que deducen que no podría en modo alguno surtir efecto como
auténtico y debido visado. Según ésto, la ejecución chapucera de un engaño o estafa no resulta agravante si no eximente, eximente total; resulta, pues, que todos aquellos a los que se demostró haber practicado los timos de la estampita o del tocomocho y por ello fueron juzgados y encarcelados, ahora podrían citar como jurisprudencia esta inadmisión y solicitar su puesta en libertad. Y, además, me quedo más tranquilo por aquellos pecadillos de juventud consistentes en introducir piezas redondas de metal de igual peso y diámetro que las monedas de curso legal en máquinas expendedoras tragaperras: nadie hubiera dicho a la vista de aquellas piezas metálicas que pretendían pasar por monedas, tan burda y perceptible a simple vista era su falta de semejanza con monedas auténticas, sin necesidad de pericia. Asociaciones judiciales han solicitado del gobierno que
proteja el prestigio de la justicia en España ante las instituciones europeas, pero de todos es sabido
que el prestigio -como el respeto- hay que ganárselo, no sirve
adjudicarlo, ni defenderlo, si no es con la fuerza de los hechos. Y es que, como ya dejó escrito Johnatan Swift, las leyes son como las telarañas que cogen a las pobres moscas y dejan pasar avispas y abejorros; poco a variado esta peculiar universalidad de la justicia de Swift acá. Sobre todo en España, aquí y ahora.
(...por si acaso, y dada mi categoría judicial de peso mosca, aclararé que lo mío con las máquinas expendedoras tragaperras prescribió mucho antes de que lo hicieran todos los casos de corrupción del PP; no vaya a ser...que ya hay quien a sido juzgado por robar un bocadillo)
Buenísimo, sabes poner perfectamente por escrito lo que otros sentimos. Qué vergueza. Es increible que jueces del Tribunal Superior de Justicia de Madrid -nada menos- hayan dictado esa resolución argumentando lo que argumentan y que, lugo, se hayan atrevido a salir a la calle a cara descubierta (lo de la Cifuentes lo dejamos para otro día). Por cierto, yo, con 11 años, también me fabricaba pesetas de plomo en el taller de mi padre (era fontanero) para sacar chicles en las maquinas del metro. Oye, cómo funcionaban de bien.
ResponderEliminar...me alegro de coincidir aunque no de lo coincidido (el lastismoso funcionamiento de la justicia en este país).
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