Pero, ya digo, los procedimientos son diversos. Uno de los que más predicamento tiene últimamente es la demagogia populista llevada a extremos inimaginables, una vez constatado que la puesta en práctica tanto de los Principios de la Propaganda de Goebbels -o de las más actualizadas Estrategias de la manipulación mediática de Chomsky- han logrado los fines perseguidos, esto es, el entontecimiento político general de una mayoría y la impotencia política del resto así como que todos asumamos la inevitabilidad del poder político -producto de una timocracia- como regente de nuestro destino. Desde ese punto es fácil convertir en crucial y decisorio cualquier litigio sobrevenido -o directamente inventado- de modo que nos distraiga de los reales y comunes intereses esenciales, contruyendo unos falsos intereses que ocupen todo nuestro tiempo y haciéndonos creer, además, que decidimos sobre ellos. Todos los partidos políticos de la derecha hacen uso habitual con total naturalidad y desparpajo de éste recurso torticero haciéndolo pasar por justísimo: así los falsos patriotismos (todo por la Patria, pero sin entender que la Patria la conforman las personas y sus mencionados intereses reales), como los falsos independentismos, que resultan ser la imagen especular de lo anterior. Ejemplos: la presidenta de la Comunidad de Madrid animando al rey a borbonear, la convocatoria anti-idulto de la Plaza de Colón y la unilateralidad de Junts. Y ahí estamos todos entretenidos en ello, oye. Lo de preservar los servicios públicos, el derecho a un trabajo y una vivienda dignos y otras monerías reconocidas por la Constitución, para otro día.
La vida es eso que pasa mientras hacemos otros planes, parece que dijo John Lennon. En ciertos casos, ni siquiera nosostros hacemos los planes, nos los hacen.
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