Parecerá algo exagerado si digo que he recuperado mi alma -una parte, al menos, de lo que yo entiendo por alma, mi alma civil- ante la noticia de que Soledad Gallego-Díaz ha sido nombrada directora de El País, con el refrendo mayoritario de la redacción de ese medio. Hacía ya tiempo que la deriva mercantilista y complaciente hasta la naúsea -de otros- con los poderes fácticos promovida por Juan Luis Cebrián había ido desgastando el prestigio de uno de los medios de referencia en éste país desde su fundación en 1.976. Esa deriva se había acentuado de forma cercana a lo escandaloso -y a lo esperpéntico- con su anterior director, el señor Caño, que no tuvo el menor reparo en asumir la responsabilidad de editoriales tales como éste, dedicados a promover la defenestración de Pedro Sánchez. El prestigio es algo que tarda años en adquirirse pero puede perderse en un momento y momentos como el mencionado editorial abundaron en los últimos años de El País.
Explicaré un poco mi posible exageración inicial diciendo que en el origen de éste blog (Epistolario Contingente, del que otro día podría también explicar el porqué de un título tan aparentemente rebuscado, aunque creo que quedará claro, al menos, el porqué de Epistolario) tuvo bastante responsabilidad, precisamente, el diario El País: hubo una época en la que dirigí numerosas Cartas al Director de ese medio de las que fueron publicadas algunas (en varias de las entradas de éste blog he adjuntado el enlace a la publicación en El País, si se produjo); con el abundante resto de las ya redactadas y enviadas pero no publicadas y que quería conservar de alguna manera (aunque creo no padecer el síndrome del acaparador compulsivo soy poco de tirar cosas, sobre todo las que me han costado algún esfuerzo; sí soy bastante vago) se me ocurrió la creación del presente blog; hace ya bastante tiempo que no enviaba ninguna carta a El País.
En resumen, desde aquí mi felicitación a la nueva directora de El País que espero que -dentro de las evidentes limitaciones que implican la dependencia de cualquier gran medio de los poderes económicos y financieros- continúe en su conocida línea de objetividad y profesionalidad. Nos hace realmente falta.
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