sábado, 30 de junio de 2018

El destapado

Ni tapado ni comparsa, Pablo Casado parece que está logrando que los demás -él mismo siempre habrá estado convencido- tomen en serio su candidatura  a la presidencia del PP. No sería la primera vez -recordemos la serie británica Sí, Primer Ministro, secuela de Sí, Ministro- que mediante el consenso y el equilibrio entre dos facciones, llega al poder alguien que ambas consideran provisional, manejable y sustituíble por evidente falta de capacidad de liderazgo; luego hacer efectiva esa sustitución no resulta tan sencillo: el poder, simplemente  el poder, dota a incapaces manifiestos de una insospechada solidez y resistencia (y creo que no sería preciso recurrir como ejemplo a recodar la figura del último presidente del PP). En ese sentido, está aprovechando una oportunidad quizá irrepetible: que las dos pesas pesadas del PP, Saéz de Santamaría y Cospedal, anden disputándose el momio mientras él, de tercero, se lo apropia (con perdón, algo parecido a lo que ocurre entre leones y hienas disputándose la comida).
Así pues, que Pablo Casado, en el más puro estilo poligonero, reivindique tras esa sonrisa Profidén sus 5.000 avales grabados en oro sobre  una camiseta de la selección española de fútbol, supongo que significa que va sintiendo ya ese zumbido en los oídos propio de quienes se acercan a la cumbre. Y yo diría que, vistas las cifras oficiales de participación en las primarias de los militantes del PP, esos 5.000 avales -reunidos así, en ese número tan redondo,  visto y no visto- de ser ciertos, han cogido a contrapié a todos sus  adversarios en la carrera hacia la cima del PP.
Pero, sobre todo,  lo que espanta -a mí, al menos- es que éste Albert Rivera 2.0 -si cabe más voraz y con menos escrúpulos y carente de toda ideología que no esté encaminada a situarse él mismo- tenga posibilidades reales de llegar a presidir el partido que actualmente cuenta con más diputados en el Congreso, aunque las alternativas no me entusiasmen en modo alguno; ni siquiera el renovador, reunidor y cohesionador Joserra, o el bisnieto del general García y Margallo que ha declarado ser una especie de Donald Trump, pero en demócrata, además de hermano separado de Mariano Rajoy (una mezcla explosiva). Y lo que espanta aún más es deducir de todo ello el nivel político de este país.

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