martes, 19 de junio de 2018

El desencanto

Existen pocas cosas en éste mundo que considere ciertas de forma indiscutible, y menos aún verdades teleológicas (la verdadera finalidad o propósito de la existencia de algo); desde luego la política -o, mejor dicho, los políticos- no forma parte de ellas. Por decirlo de otra manera, la política -por mejor decir, de nuevo, los políticos- está tan lejos de lo ideal -en cualquier sentido- que para mí, aún sin haber pretendido nunca que vivir de ello como los políticos profesionales al uso -o quizá precisamente por ello- creo que me hubiera resultado insoportable la constatación diaria de la distancia existente entre lo necesario y lo posible, entre lo que se debería hacer y lo que se puede hacer; incluso siendo un profesional de la intermediación entre el ciudadano y el Estado, entre el individuo y el poder. Y no voy a entrar ni siquiera en si los políticos profesionales tienen realmente éstos objetivos en mente o son meros mandados de ciertos poderes fácticos.
Viene todo este exordio a cuento de que, aún sin llevar quince días en funciones el nuevo gobierno y ser tan bajas las expectativas existentes gracias a las políticas profundamente regresivas del anterior, -y también pese a mi mencionado escepticismo general- ya comienzo a vislumbrarme en un estado anímico que me -o nos, si hablamos de los de más de 60- es bastante conocido, El desencanto. Es lo que tiene haber superado cierta edad, que se ha ido practicando toda una vida de desencanto en desencanto; por algo la palabra encantado tiene bastantes acepciones y sinónimos (embrujado, hechizado, afortunado, alborozado, alegre, complacido, jubiloso, gustoso, placentero, etc.), pero un sólo antónimo aceptado: desencantado (desilusionado quizá también, la ilusión y el encanto van de la mano, todo es magia); algo que sólo con el tiempo se adquiere de forma permanente.
Veamos un ejemplo; hay más pero la esencia es en todos ellos muy semejante:
Aunque el presidente del gobierno diagnosticó bien uno de los problemas existentes en éste país desde hace tres cuartos de siglo cuando dijo, en referencia a las víctimas del franquismo y las excusas esgrimidas por la derecha para no abordar seriamente este lastre de nuestra historia que primero se dijo era demasiado pronto y luego que era demasiado tarde (al principio se dijo que las heridas estaban demasiado frescas; cuando pasaron los años se dijo que no merecía la pena remover una historia olvidada), o que ignorando un pasado incómodo no se pude construir un futuro confortable, resulta que ahora, desde el gobierno, todo parece reducirse a si sacar los restos del dictador del Valle de los Caídos o qué destino dar a tan funesto monumento. Yo creo que continúa siendo lo más urgente y también lo más importante -por si hubiera dudas entre lo uno o lo otro- que el Estado asuma sobre sí como propias -y no sólo por atender la recomendación de organismos internacionales, sino por convencimiento- las tareas de la exhumación, identificación y entrega a los familiares que así lo deseen de los restos de los más de cien mil españoles que continúan a día de hoy y desde hace décadas -cuatro de ellas de supuesta libertad y supuesta democracia- mal enterrados en cunetas, fosas comunes o al pie de tapias de cementerios. Lo de la exhumación de los restos de Franco y el destino del Valle de los Caídos, después (o a la vez, si existe superposición con las tareas mencionadas). Es justicia debida.
No me gustaría ser agorero ni contagiar a nadie mi  bien instalado escepticismo ni mi desencantamiento, pero observo parecidos síntomas en otros temas necesitados de radical reorientación política, tales como la reforma -o reformas- laboral, la política española y europea de inmigración, la denominada Ley Mordaza, las inexistentes políticas en cuanto a la juventud, la educación, la energía, etc. Sí, bastantes gestos, pero poco contenido, mucho ruido y pocas nueces. Y si el presente gobierno tiene intención de excusar su hipotética impotencia en ser un gobierno en minoría creo que habría llegado el momento de reconocer que habíamos conseguido, de nuevo, hacer un pan como unas hostias: cierto que primero  hay que parar el tren, pero eso no basta, hay que llevarlo en la dirección contraria o se despeñará.

___________________________________________
P.S.:Sólo hace dos años, pero con una situación política aparentemente muy distinta, en éste país ya habíamos catado otro desencanto parecido. Estas periódicas prácticas no buscadas te acaban convirtiendo en desencantado experto.

No hay comentarios :

Publicar un comentario