No es que me alegre de la debacle de la selección alemana de fútbol ante la de Corea del Sur -algunos podrán suponer, pese a todo, que no soy muy sincero- pero es sabido que, a priori, los débiles despiertan más simpatía que los poderosos en cualquier contienda a la que seamos lo suficientemente ajenos; el síndrome de David y Goliat, al que seguramente no soy insensible.
Por más que todos conozcamos la sentencia de Gary Lineker: El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania, es ésta una frase que lleva implícita en sí misma su refutación al recordar que son un número igual en cada bando: once; el historial no juega, pero parece que termina condenando a los países que lo tienen brillante a jugar con el hándicap de mantener un nombre, un prestigio.
Corea presentó ante Alemania un juego poco creativo, de técnica bastante limitada aunque de mucha entrega física -a ratos- pero la tradicional potencia alemana brilló siempre por su ausencia, por más que este partido contra Corea era su ocasión para reivindicarse, ya que venían de sendos partidos contra México (derrota) y contra Suecia (victoria inmerecida) que anunciaban una evidente impotencia de la locomotora alemana: sin conductor y sin vapor.
Como muestra y resumen del partido, la comparación de ambos guardametas; el alemán, heredero de cierta prepotencia teutona, se lanzó a jugar a pocos minutos del final fuera de la portería para intentar revertir un resultado que ya tenía todo el aspecto de irreversible -algo parecido a un miembro de las juventudes hitlerianas armado con un Panzefaust contra los tanques soviéticos en Berlín en 1945- y cometiendo un error que llevó al 2-0 en contra y, enfrente, el guardameta coreano, ágil, preciso, eficaz, siempre bien situado en las ocasiones en que los jugadores alemanes atacaron su portería; uno de los mejores de su equipo, sin duda.
No es casualidad que por tercera edición consecutiva en un Mundial de fútbol, el campeón vigente caiga en la fase inicial: no hay nada inmutable. Si queremos mantener lo ingenioso de la sentencia Lineker, habría que ponerla doblemente al día desde un punto de vista crítico: El fútbol es un deporte que dicen que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre ganaba Alemania. Y es que mantener siempre a Alemania sobre todo, debe ser bastante agobiante (los inconvenientes de tener un himno nacional con letra).
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