lunes, 15 de mayo de 2017

¿Lucha de clases?

Sí, ¡que antiguo!, ya estoy oyendo a los neoliberales repetir eso del marxismo rancio y fracasado y, sobre todo, viendo su sonrisa suficiente, como de conmiseración ideológica. Siguen queriendo hacer creer -o creerse ellos mismos- que el marxismo cayó con el muro de Berlín.
Pero vamos a practicar un poco de  gimnasia sueca intelectual; hoy, por ser el primer ejercicio, sólo unos estiramientos: la lucha de clases; concepto que no sólo es utilizado por el marxismo y el materialismo histórico sino que explica la organización social de la humanidad desde sus comienzos y del que se ha tenido conciencia formal desde Maquiavelo, al menos (la división social es propia del orden político): siempre ha habido clases, y hoy, evidentemente, continúa habiéndolas (*). Ahora bien, ¿pueden, deben, luchar entre ellas? Jean-Jacques Rousseau argumentaba: El primer hombre al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir ‘esto es mío’ y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerle caso,  fue el verdadero fundador de la Sociedad Civil. Puede que quepa atribuírle ese mérito (para Rousseau esa transición fué un retroceso, no un progreso), pero igualmente fundó la lucha de clases: siempre habría entre las gentes simples alguien que no lo fuera tanto y no reconociera esa privacidad autoatribuída de la propiedad, y que, por tanto, la cuestionara; cuando al concepto y uso de la propiedad se añadió el de la herencia, ello no sólo consolidó el concepto de clases, sino que garantizó el conflicto perdurable entre ellas. Porque aunque también ha habido teorías buenistas como la Doctrina de la Armonía de los intereses de Heráclito que, en todo caso, reconoce a las clases como representantes de intereses opuestos (Los opuestos acuerdan, y de la discordia resulta la mejor armonía),  lo cierto es que tuvieron poco éxito. Y ese Golem triturador que es hoy el capitalismo salvaje no sabe ni que Heráclito existiera.
En definitiva, sí, hoy hay clases -quizá nos tendríamos que remontar a los tiempos de la esclavitud para verlo de forma evidente, aunque hoy el fondo es muy similar- y sí, existe lucha entre ellas, por mucho que se haya pretendido amodorrar por diversas técnicas a la clase trabajadora y a los desposeídos (pobres) por parte de los propietarios (ricos). Es indudable que esas dos clases, al menos,  existen. Que ese sería el segundo ejercicio de ésta gimnasia sueca: ¿existe hoy la clase trabajadora?
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(*) Cuando Felipe González citaba el proverbio chino (que suele atribuírse a Den Xiaoping) no importa si el gato es blanco o negro; lo que importa es que cace ratones, estaba queriendo decir que lo importante era que la clase gato (del color que fuera) siguiera cazando a la clase ratón. Y eso que -teóricamente- él dirigía un partido que representaba a ésta última clase. Aunque lo cierto es que ya antes había conseguido que el PSOE dejara de ser marxista  y, por consiguiente, que dejara de considerar la lucha de clases como motor de la historia.

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