Es incontrovertible: una de las principales características de la vida es que resulta ser un cambio constante; en el caso de la vida política también pero, además, acelerado: los partidos nos suelen vender el cambio perpetuo -algo inevitable- como si lo estuvieran inventado ellos. Otra cosa es que, en general, sea una cambio ficticio, gatopardiano: Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi.
Hace unos meses -pocos- el PSOE intentó convencernos de que su acuerdo con Ciudadanos era de los más conveniente para el país -todo por España- dado el carácter progresista y regeracionista de ésta formación política; hoy el PSOE anima a que el PP asuma su responsabilidad y logre acuerdos con las derechas para que Mariano Rajoy logre -por fin- su investidura, lo que permitiría al PSOE liderar la oposición. Es decir, que o bien Ciudadanos ha abandonado en éste tiempo su voluntad regeracionista y progresista para hacerse de derechas o bien el PSOE ha pasado de ser de derechas -o, al menos ambidiestro, cuando adoptó gran parte del programa de Ciudadanos hace unos meses- a ser hoy de izquierdas. Que yo más bien creo que no es que en éste caso concreto haya existido ningún cambio; más bien ocurre que Ciudadanos ha adoptado, adopta y adoptará la forma del recipiente que lo acoja, como ocurre con los gases: y el recipiente, a su vez, puede adoptar varias formas tales como poder, sillones, puestos, control, mando, etc. Algo semejante a lo que ocurría en tiempos de la República con el partido Radical de Lerroux, que tanto podía un día animar a sus militantes a violar monjas como a ser el garante del orden burgués al día siguiente: todo dependía de los ministerios que ello supusiera. El PSOE ya poseía de antiguo la capacidad permanente de decir una cosa y poner en práctica políticas contrarias y lograr que, a pesar de ello, le siguieran votando por lo que decía que iba a hacer y no por lo que realmente hacía después.
Por su parte el PP, que con los abundantes casos de corrupción que surgidos dentro de él, aún sus dirigentes continúan defendiendo, impertérritos, que es el partido que más lucha contra ella, también sostiene ahora que el PSOE debe adoptar la postura responsable de no bloquear la investidura de Mariano Rajoy, abteniéndose, si de verdad quiere liderar la oposición. Ya sería triste para el PSOE que acabara vendiéndose por ese hueso y, a la vez, garantizara que el PP afiance todo el desmantelamiento realizado durante la penúltima legislatura del poco estado del bienestar que teníamos hace una década. Y seguramente habría acabado para siempre con la posibilidad de convencer a nadie de su izquierdismo, ni siquiera en teoría.