Comenzó a
resquebrajarse mi respeto hacia el Cuerpo de Abogados del Estado -a
cuyos integrantes yo suponía por igual, casi míticamente, listísimos
y cultísimos- cuando la secretaria general del PP intentó explicarnos a
todos los españoles aquello del finiquito en diferido de Luis Bárcenas;
tanto es así, que intenté explicármelo, yo a mi vez, suponiendo que
María Dolores de Cospedal había desayunado mal ese día, o que estaba
bajo fuerte medicación. Ahora, en plena campaña electoral, e intentando
"arropar" al candidato extremeño Monago, la señora Cospedal ha
afirmado, impertérrita, encantada de estar aquí, en las Hurdes, en
Andalucía, lo cual ha debido dejar a extremeños y andaluces irritados y
descolocados -geográficamente- a partes iguales y ha superado con creces
aquél ¡viva Honduras! -en El Salvador- de Federico Trillo como
ministro de Defensa.
En fin, que ya nada es lo que era, o lo que yo creía que era; ni los abogados del Estado.
En fin, que ya nada es lo que era, o lo que yo creía que era; ni los abogados del Estado.
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