Es reconocida como una peculiaridad de nuestra idiosincrasia nacional, la evidente asimetría de nuestro sentido del humor. Es decir, somos fácilmente propensos a reírnos de los demás, pero la cosa cambia bastante si se trata de nosotros mismos. Así, cuando Javier Cercas insiste en que todo lo que Francisco Rico tuvo la intención de hacer en su artículo contra la Ley antitabaco con la contundente posdata "en mi vida he fumado un solo cigarrillo", fué una broma. Porque puede que fuera una broma para los discípulos del señor Rico o para quien estuviera al tanto de sus hábitos y costumbres, para el resto -entre los que me incluyo- no dejaba de ser una afirmación que pretendía impostar la verosimilitud e independencia de criterio de un no fumador sobre la ley antitabaco. ¿O era también una broma trastocar el nombre de uno de los firmantes del estudio a que aludía -Francesca Cornaglia, no Roncaglia- para divertirse pensando en todos aquellos que infructuosamente buscaran esta referencia?,¿Quizá tildar de malsines y patosos a todos aquellos que no opinan como el señor Rico sobre la ley antitabacos era otra broma?, ¿o comparar los nocivos efectos del tabaco con los del aceite de oliva?. Por último, señor Cercas, ¿es otra broma -esta vez suya- comparar el humor contenido en los surrealistas y geniales relatos cortos de Juan José Millás con el del articulillo -así lo denomina él mismo- protabaquista del señor Rico?. En todo caso , parece que los fumadores pasivos vamos mejorando en la consideración por parte de los fumadores activos: estamos evolucionando de fundamentalistas intolerantes a agélastes. En lo que a mí se refiere, creo que este nuevo adjetivo me permitirá seguir evitando tener que reir las bromas del señor Rico.
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