Como un extraterrestre que observara nuestra realidad social, así de lúcido, así de azconiano resulta Juan José Millás cuando reflexiona como lo hace hoy en su artículo en El País, Fingimientos. Y aún se podrían añadir a los que enumera -supongo que también a él le limitan la extensión del texto- más fingimientos, negaciones y claudicaciones en que consiste básicamente nuestra vida, y eso teniendo en cuenta que tenemos la fortuna de haber nacido en un país del primer mundo. Así, podríamos -sin pretender ser exhaustivos- recordar algunos de los principios que bajo ampulosas declaraciones recoge nuestra actual Constitución tales como el derecho a un trabajo remunerado con justicia, a una vivienda digna, a una democracia participativa. Para que una vez contrastados estos teóricos derechos con la realidad, lleguemos a la misma conclusión que Millás: la vida es una mierda. Pues sí, y del tamaño del sombrero de un picador.
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