(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
Cartas (notas) prescindibles, reflexiones al hilo de lo que sucede (principalmente en España)....
(Recordando a Rafael Sánchez Ferlosio y a sus siempre vigentes pecios)
Para comenzar, destacaría en el mensaje de Felipe VI de esta Navidad de 2021, un claro intento de búsqueda de un lenguaje más sencillo, coloquial y directo como forma de alejarse del estilo impostado que suele ser el aroma de fondo en este tipo de mensajes institucionales: se ha buscado y creo que algo sí se ha conseguido al respecto; no es que se hayan evitado mayormente las habituales obviedades buenistas de fondo pero, al menos, se han emitido en forma más ligera y natural; es cierto que no es fácil que el representante de una institución medieval como es la monarquía embuta su mensaje (nunca se sabe muy bien si ordena, aconseja, o sugiere desde su real altura) en un lenguaje moderno, si no es para camuflarse y hacer olvidar esos orígenes (u otros más recientes).
Pero, si nos olvidamos de la forma y analizamos el contenido -obviando el mencionado buenismo inicial respecto a las víctmas de la erupción del volcán de La Palma y el posterior recordando a las de la pandemia CoVid19, y la constatación de que, como consecuencia, ha aumentado el número de personas en situación de vulnerabilidad- y nos detenemos en las respuestas a su propia pregunta retórica sobre qué hacer frente a un escenario lleno de incertidumbres y contrastes, vemos que sus propuestas -genéricas, como siempre- se basan en más democracia y más Constitución, principalmente lo segundo: según él la Constitución merece respeto, reconocimiento y lealtad, y esa triple solicitud entiendo que debería ser universal; quiero decir, basada en el respeto y la lealtad que supondría por parte de las instituciones esforzarse en asegurar un cumplimiento íntegro de todos los artículos de la Constitución, incluídos los relativos a los derechos y libertades de los españoles; el reconocimiento vendría entonces por sí solo, sin necesidad de solicitarlo. Y sobre lo primero, la democracia, quizá no sea él la figura institucional más indicada para aconsejarla, dados sus ya mencionados orígenes.
Pero vamos, que somos buenísimos y que hay que seguir adelante porque la Historia nos enseña que los españoles hemos sabido cómo reaccionar y sobreponernos ante las adversidades; pues sí, sería un caso de estudio el averiguar cómo hemos logrado sobrevivir a siglos de mal gobierno, como ya señaló Azaña.
Eso sí: a su padre, el rey emérito, ni mentarlo; ya ni siquiera, como el pasado año, una vaga alusión a principios éticos y morales por encima de cualquier consideración, incluso de las personales y familiares: los redactores habrán decidido que eso ya no se lo cree nadie.
Por otra parte, ni la propia Transición del 78 ni su producto estrella, la Constitución, fueron de factura interna, tal y como una y otra se vendieron con posterioridad repetidamente hasta la saciedad; la primera fué un invento estadounidense -de la CIA, concretamente- con la colaboración del CESED, el servicio de inteligencia organizado por Carrero Blanco (el mismo CESED que se encargó de los pasaportes de Felipe González y de los que se hicieron cargo del nuevo PSOE, liquidando a los dirigentes históricos de ese partido en Suresnes), y financiado con dinero procedente de la socialdemocracia alemana como ya hay quien ha documentado; la milagrosa Transición no fué tal, si no una más de las maquinaciones intervencionistas de la CIA en cuanto a la manipulación de regímenes políticos en diversos países del mundo respondiendo exclusivamente a intereses de la geopolítica estadounidense: el mismísimo Jefe del Estado, Juan Carlos I, producto de tal manipulación, irá a agradecerlo personalmente al Congreso de EE.UU. en Junio de 1976, tal y como los procónsules de las provincias del imperio romano iban a informar puntualmente ante el Senado en Roma. De la segunda, sólo recordar que es reconocido que la Constitución del 78 tiene su mayor inspiración -por decirlo elegantemente- en la Constitución alemana de 1949 (ellos la denominan Ley Fundamental (Grundgesetz)); hasta el tan manoseado artículo 155 es copia casi íntegra -y las modificaciones incorporadas aquí contribuyeron a hacerlo mucho más ambiguo- del artículo 36 de la vigente Constitución alemana.
En todo caso, visto a día de hoy -por ejemplo- el impresentable estado del funcionamiento de la Justicia en este país y lo olvidados -por inaplicados- que permanecen los artículos de la Constitución del 78 referidos a los derechos y libertades de los españoles, me da pie a plantearme de nuevo, como hace cinco años, ¿qué celebramos realmente hoy, 6 de Diciembre, día de la Constitución?
En el antiguo carnaval danés (Fastelavn) se metía un gato negro en un tonel de madera que se golpeaba con garrotes; cuando el tonel se rompía el gato huía despavorido: era señal de que se había ahuyentado la maldad y la oscuridad; ojalá tener una Constitución fuera la mitad de efectivo.
Ignoro si Sánchez Ferlosio se basó realmente en Confucio para este pecio, lo dudo, porque ese Confucio parece de idiosincrasia bastante española, en general, y de una estirpe muy real, en particular.
Además de (1) bondadosa templanza habitual, propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley ó (2) Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva ó (3)disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que se merece, que el diccionario de la RAE nos informa que puede ser la equidad, parece que también puede atribuírse al pensamiento del Confucio de Sánchez Ferlosio. Y es que hay Virtudes y virtudes.