Simultáneamente, y como complemento de esa estrategia, el presidente del gobierno mantiene una perpetua labor de cerco y achicamento del espacio político de la verdadera izquierda, UP (socios de gobierno, a su pesar), contrapesando de inmediato cualquier medida de contenido social que se lleve a cabo por éstos con contramedidas ordenadas desde un ministerio espejo (del grupo de los mencionados al principio), encargado de esa tarea secante; como diciendo a la derecha (y al Ibex35): hasta ahí les dejo, que veáis. El prototipo de esta estrategia lo constituye el enfrentamiento protagonizado por Yolanda Díaz al frente del Ministerio de Trabajo al que se encarga de dar la réplica casi de forma instantánea el ministro de Seguridad Social, Jose Luis Escrivá, (alternativamente, Nadia Calviño, desde el Ministerio de Economía) que también tiene que estar atento a controlar lo que se haga desde el Ministerio de Igualdad cuya titular es Irene Montero, también de UP, ya que el ministro de Seguridad Social también lo es de Inclusión y Migraciones (novedosa amalgama, que se entiende mejor por lo antedicho). No sé porqué, ésto me recuerda a la lengua inglesa, que tiene muchas palabras duplicadas: una de origen sajón y otra de origen normando.
Aunque, bien mirado, esa realpolitik de Pedro Sánchez no es ninguna novedad: viene a ser la adaptación circunstancial de las esencias del bipartidismo que instauró la Transición del 78, a la pureza de las cuales el PSOE no puede disimular que le gustaría regresar de inmediato. Creo que no va a poder ser: ya está bien que un sistema político aguante más de cuarenta años sin renovarse (o sustituírse); la Primera Restauración duró aproximadamente lo mismo.
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