martes, 10 de agosto de 2021

Eutanasia

Si nos dieran a elegir entre ser famosos o continuar vivos, la mayoría de nosotros optaría por lo segundo; así pues lo de  Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver (frase erroneamente atribuida a James Dean y que, en realidad, la dice Humphrey Bogart en Llamad a cualquier puerta) es para una minoría que se bebe la vida a tragos largos, como un compañero que tuve, al cual un cubata le duraba dos acometidas.

Porque de la muerte, que nos acompaña desde el nacimiento en paciente espera, es tema del que no se suele hablar -y ni siquiera pensar-  si no es por obligación, o sea, viéndola próxima en uno mismo o en el entorno personal. Para algunos -ignoro cuantos- es costumbre antigua,  como yo mismo, que de pequeño ya pensaba abundantemente en la muerte; no en la mía específicamente -que también- si no en general; y más que en la muerte, en el dolor producido en el ser humano por una enfermedad larga, penosa y de finalidad relativamente pronta y absolutamente indudable. Recuerdo que en una ocasión le dije a una tía que en caso de sufrir un accidente que me produjera una invalidez limitante prefería que acabaran con mi vida (seguramente por entonces estaría leyendo de las costumbres de la Roma clásica: al parecer, un romano que se preciara  prefería la muerte antes que la prisión, la esclavitud o la invalidez); mi tía me dijo que yo no tenía edad para pensar en esas cosas; le hice caso a medias: a partir de entonces no comuniqué a nadie tales reflexiones, al parecer prematuras, porque, ya se sabe, nadie puede evitar pensar (y el país de entonces propiciaba tener mucha vida interior, manteniendo mudas tales reflexiones). A partir de entonces -y más en ese período seudoromántico que suele ser la adolescencia- mis pensamientos a ese respecto coinciden, más o menos, con lo que dejó escrito Hermann Hesse: Anhelo ardientemente la muerte, pero no tengo ningún deseo prematuro e inmaduro, y pese a todos mis deseos de madurez y sabiduría sigo todavía honda y sangrantemente enamorado de la dulce y divertida estupidez de la vida.

Por eso, también desde entonces, considero natural y legítimo en todo ser humano el derecho a decidir si desea continuar viviendo, derecho reafirmado por el de evitar un sufrimiento innecesario en sí mismo. Y todos deberíamos apoyar como esencialmente humano el deseo de evitar igualmente el sufrimiento de nuestros semejantes; si lo deseamos para nuestros animales de compañía, ¿no debemos desearlo para cualquier ser humano?; nadie puede arrogarse el derecho de imponer sufrimiento a los demás, en ninguna circunstancia. El derecho a la vida -que pocos discuten- es esencialmente el mismo que el derecho a la muerte.

Que alguien se oponga a una Ley de Eutanasia fundamentalmente por motivos religiosos me reafirma en mi creencia en que la religión es un artificio de poder destinado a manejar la voluntad de los vivos en función de una autoproclamada mediación e interpretación de una supuesta divinidad y como valedores ante un también supuesto más allá. Y si tratamos de religión, ya lo dijo Sartre: el infierno son los otros y antes que él los cátaros, que afirmaban que el infierno, de existir, está en este mundo.

2 comentarios :

  1. Yo, desde muy pequeño, pensaba en la muerte. Vamos, que sabía que todos nos teníamos que morir. Por eso, cuando por primera vez oí a alguien decir que nunca había pensado en la muerte cuando era joven, no me lo podía creer. Y no me lo creo. Una cosa es no querer pensar en la muerte, porque le tienes mas miedo que a un miura, y otra no saber que está ahí. Y si lo sabes, ya lo estás pensando.
    En cuanto a la oposición en el Parlamento a una ley de eutanasia no cabe ninguna duda que se basa en la consideración de que hay una ley divina por encima de la humana. Lo que ocurre es que, los muy cínicos, no se atreven a decirlo abiertamente para no hacer el ridículo -y para no perder el voto algún creyente-, por eso hablan de defensa de la vida y cosas así. En fin, cosas de las malditas religiones. Cuánto mieditis hay amorir.

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  2. ...respecto a la fe estoy con Richard Dawkins: "La fe es la gran escapada, la gran excusa para evitar la necesidad de pensar y evaluar las diferencias. La fe es creer a pesar (o incluso tal vez debido a) la falta de evidencias"; en https://psicologiaymente.com/clinica/procesos-irreversibles-actitudes-muerte se describen la cinco actitudes ante la muerte; la cultura occidental es fundamentalmente negacionista (primera actitud)

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