En ese irrefrenable deseo colectivo de "vuelta a la normalidad" -entendiendo por tal la vuelta a los tiempos anteriores a la crisis actual- se han publicado dos noticias: las hipotecas suben, el precio de las viviendas también. Desde luego, puede que ninguna de ellas refleje la realidad, pero el hecho preocupante es que se hayan tomado esta noticias como positivas; no tenemos remedio. Para hacerse idea de las consecuencias derivadas de la falsa prosperidad del modelo basado en la burbuja inmobiliaria, deberían bastar algunos datos. Ahora que el Gobierno parece que está devanándose los sesos para obtener 50.000 millones de euros con los que equilibrar a corto plazo las cuentas del Estado, deberíamos saber que el monto total de la deuda derivada de préstamos a promotores y constructores en éste país es de 470.000 millones -sí, casi medio billón de euros, aproximadamente la mitad del PIB español- que, tras devorar el ahorro del país, continuó financiándose con cargo a deuda externa que ahora toca reducir para mantener cierta credibilidad internacional. Se forraron unos cuantos y se empobreció el país. Pero no sólo eso, ha supuesto en la práctica una disminución del ratio de productividad español -en valores absolutos y relativos- al dedicar gran parte de nuestros recursos a una industria de bajo valor añadido y fundamentalmente especulativa. Parece que el turismo y el "pelotazo" son, en realidad, las bases de la única "economía sostenible" en este país. Así nos va.
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