En relación con las medidas que el Gobierno pretende adoptar para reducir el gasto público y el déficit del Estado (recortes en sanidad, persecución del fraude fiscal, reducción de burocaracia, etc.), medidas todas ellas sencillas pero que suponen una notable mejora en la eficiencia de la gestión, cabría preguntarse el porqué de que no se hayan tomado antes. ¿Es que tiempos de bonanza implican, necesariamente, derroche? Todos esos recursos -que son, al menos en teoría, de todos- habrían tenido un uso adecuado ahora, en tiempos de crisis. Se vé que en éste país tenemos mucho más de cigarra que de hormiga, comenzando por los gestores políticos de la hacienda pública, para los que no sería mala medida reflejar en su sueldo -gratificando o penalizando- los resultados de su gestión de las finanzas públicas. Es broma, claro.
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