Joseph Ratzinger y Hans Küng se conocen desde hace años. De hecho, Ratzinger llegó a la Universidad de Tubinga -donde ambos fueron profesores de Teología- por recomendación del propio Küng en 1966. Hoy, Küng, que tiene prohibida la enseñanza de Teología por el Vaticano, considera muy cuestionable la infalibilidad del Papa y ha llegado a sugerir la posibilidad de su sustitución. ¿Las razones? Considera que los papas habidos con posterioridad al Concilio Vaticano II y por imposición de la curia vaticana, han eliminado las vías de acercamiento de la Iglesia católica al mundo actual, preocupándose más por el mantenimiento de los privilegios medievales de la Iglesia que por el Evangelio. Cree que la jerarquía católica se ha dedicado preferentemente a una imposición de los dogmas y ha obviado el ineludible debate social sobre aspectos tales como la anticoncepción, el divorcio, el papel de la mujer en la Iglesia, el SIDA o, a nivel interno, el problema del celibato y de los más de cien mil sacerdotes que se han casado. Ahora, ante la sucesión de descubrimientos de antiguos de casos de pederastia dentro de la Iglesia, el Papa, por boca del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede y número dos del Vaticano, ha dicho que un "anticristianismo radical y demencial se está difundiendo por Europa de una forma rastrera". Recurrir al victimismo causado por una supuesta persecución radical no deja de resultar irónico, tratándose de quien fue Prefecto Emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y un nuevo error que aboga por la falibilidad del papado, también para los pertenecientes a la Iglesia católica.
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