Hablando del secuestro del Alakrana, Josep Ramoneda cita en su artículo en El País, "Gestos y principios" a Giorgio Agamben quien define la politica actual como "la gestualidad absoluta". En esto somos precursores: hace tres cuartos de siglo, Felipe Alfau ya escribía: "España, una tierra en la que ni el pensamiento ni la palabra, sino la acción con un sentido -el gesto- se ha convertido en la especialidad nacional". Mucho ha cambiado desde entonces este país en algunos aspectos, pero no en éste; seguimos siendo un país -quiero decir, un paisanaje- al que cuesta muchísimo pasar de anécdota a categoría, soliendo preferir el recorrido contrario y donde, de acuerdo a la máxima de que cada país tiene los políticos que se merece, gozamos de una clase política instalada permanentemente en el gesto mediático. Hace tiempo -tanto que dudo que alguna vez fuera de otro modo- que no escuchamos un debate parlamentario digno de ese nombre, asistiendo, en cambio, a una especie de guiñol de descalificaciones alternas. No me extraña que los guiñoles televisivos desaparecieran, sus guionistas debían sentirse permanentemente superados por la realidad a la que pretendían parodiar. Y como los tiempos actuales se aceleran, los políticos en su afán de síntesis han depurado el gesto: ya estamos en el aspaviento, que aún es más breve y más efectivo ante los medios. Así es que de principios y de análisis ni hablamos.
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