Respecto a la denominación, comienzo por no conocer su significado exacto. ¿Economía sostenible es la que se sostiene o la que nos sostiene?. Y, si fuera esto último ¿a todos o a algunos?. Parece que al gobierno le ha parecido demasiado largo el salto del ladrillo a la economía verde, e intentando vestir la mona y acercarse al ecologismo oportunamente, lo sostenible ha pasado a ser el concepto clave. Como suele ocurrir en éste país, se han utilizado más recursos en anunciar lo que se pretende hacer que en hacerlo. Así, de los países de la OCDE, España figura entre los países que menos ha invertido de forma concreta en economía verde para combatir la crisis. Mientras Alemania ha destinado un 1% de su PIB a planes de estímulo relacionados con el medio ambiente, España sólo ha destinado hasta ahora el 0,13%. En realidad, después del anuncio el pasado mes de Mayo de la Ley de Economía Sostenible que supuestamente ha de instrumentar radicales cambios económicos y sociales, con 20.000 millones de euros como dotación estimada, la Ley sigue en proceso de elaboración. Seguramente tratando de incorporar contenidos que la hagan medianamente creíble, y recabando a toda prisa la opinión de los expertos. Sin ánimo de hacer sangre, y sólo por recapitular respecto a los antecedentes próximos que han tenido una incidencia cierta en la situación económica actual de éste país, cuando la burbuja inmobiliaria estaba en plena expansión, el gobierno formado en 2004, continuó utilizando un pernicioso esquema económico heredado y exprimiendo la gallina de los huevos de oro. El incremento de los préstamos inmobiliarios se multiplicó por ocho en los últimos ocho años y actualmente asciende a casi medio billón de euros -de deuda- que viene a ser la mitad del PIB español. De aquellos polvos -cuando incluso se nos decía que una vez superado el PIB de Italia estábamos a punto de superar el de Francia- vienen estos lodos. En aquellos tiempos de bonanza -aún ficticia- hubiera sido el momento de emprender una rectificación de modelo económico. Ahora, de forma forzada, lo único que está en manos del ejecutivo es promover uno o más Planes E, de los que únicamente se puede pretender que, además de maquillar las desastrosas cifras del paro, tengan algún efecto beneficioso como mejora de los servicios públicos. Y a esperar tiempos mejores. La sociedad no cambia a golpe de leyes o decretos, como parecen creer algunos políticos. Las soluciones pretendidamente radicales pero improvisadas no suelen funcionar. Ni siquiera políticamente y ni siquiera a corto plazo.
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