Existe la teoría -en estos tiempos las teorías abundan aún más, son gratis total- de que la actual pandemia que padecemos sacará de cada uno de nosotros lo mejor; que no digo que no, pero es que, a la vez, es muy posible que en muchos de nosostros lo mejor no llegue ni a regular, hablando en términos generales; quiero decir -yo también tengo mi propia teoría- que lo que en realidad ocurre es que en tiempos de crisis, ésta actúa de catalizador; es decir, que si somos buenos seremos mejores y si somos malos, seremos peores; claro está que ésta es la teoría simplificada, porque todos estamos hechos de lo uno y de lo otro: generalmente nos debatimos más bien entre gris claro y gris oscuro, rara vez entre blanco y negro.
Como todos estamos al tanto de los ejemplificantes y paradigmáticos casos de lo primero -casi causa de beatificación- voy a poner un ejemplo de los segundos, o sea, de la casuística abominable: de lo peor de nosotros mismos; por mejor decir, y con mayor precisión, no tanto de los malos como de los tontos -los malos continúan a lo suyo sin dar la más mínima publicidad de sí mismos, como siempre- esos tontos tan abundantes que son, como ya he defendido anteriormente, el verdadero peligro para la Humanidad.
Sí, la peor pandemia, la de los tontos (pudiera ser un fake o un infiltrado, ya digo que hoy, en el mundo de la sobreinformación hay teorías para todo, pero no creo que fuera necesario: tenemos tontos de sobra). Porque es ésta -la de los tontos- una pandemia casi tan contagiosa como la CoVid19.
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