Dejando a un lado lo poco aristocrático -poco elegante, más bien- que resulta recordar a alguien sus progenitores -nadie es responsable de los suyos ni de sus actos, puesto que no los elegimos- en éste caso la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, Cayetana Alvarez, marquesa de Casa Fuerte, ha ido más allá de los límites no sólo de la cortesía parlamentaria, si no del puro respeto debido a cualquier persona, al recordar -tergiversado, además- el pasado político de Javier Iglesias, el padre del vicepresidente del actual gobierno, Pablo Iglesias.
Por lo dicho, no tendría ningún sentido acusar a nadie de ser el hijo de un terrorista, ya que los delitos no se heredan -como sí ocurre con cierto tipo de deudas- pero es que además -de ahí la tergiversación- en éste caso afirmar que Javier Iglesias fué un terrorista (la misma acusación que seguramente mantenía la Gestapo contra su padre, Juan Illán Álvarez de Toledo, que parece ser -no está contrastado- que combatió en la Resistencia Francesa durante la segunda guerra mundial y del cual presume a menudo) es una evidente falsedad por la cual un sedicente periodista ya fué condenado por la justicia a pagar la multa correspondiente por intromisión ilegítima y vulneración del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen tras ser demandado por Javier Iglesias. Aquí se ecuentra la versión -corroborada en lo esencial en el juicio mencionado- de éste: reparto de propaganda considerada ilegal cuando pertenecía a una organización clandestina pre-FRAP y por lo cual nunca llegó a ser juzgado aunque sí encarcelado; no existe justificación, ni legal ni objetiva, para denominar terrorista a Javier Iglesias, al que sólo cabe agradecer -después de casi medio siglo- su compromiso de lucha contra la dictadura franquista.
Y cuando la presidenta del Congreso estaba intentando -e hizo, finalmente- favorecer a la portavoz del PP, eliminando esa intervención del diario de sesiones, Cayetana Alvarez insistió en que no se suprimiera: he exigido que se mantenga la expresión (terrorista) en el diario de sesiones porque es un hecho fáctico; que yo diría que todos los hechos realmente sucedidos son hechos de hecho, o sea, fácticos; otra cosa es que ella estuviera pensando más bien en hechos teóricos o imaginarios (su versión de la realidad) y pretendiera colárnoslos como reales mediante esa torpe redundancia. A estos fines deben servir su doctorado en Historia y su prosapia aristócratica.
La portavoz del PP podría aprovechar las actuales circunstancias utilizando alguna mascarilla mejorada que -además de las usuales características- le impidiera contaminar verbalmente su entorno; creo que hasta en el PP se lo agradecerían.
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