sábado, 29 de junio de 2019

Este Calígula

No es que Ciudadanos -Alberto Carlos Rivera- esté últimamente desnortado, es que finalmente ambos han mostrado su verdadera esencia -por mucho que algunos ex-cargos de ese partido hayan mostrado recientemente su sorpesa y desacuerdo- y esta es la propia de un partido posibilista y carente realmente de ideología desde hace tiempo; por eso no es que esté desnortado, Ciudadanos es un barco fabricado así, para funcionar sin brújula ni timón. Esto es un hecho sin necesidad de mucha argumentación que lo demuestre, pero en su carrera hacia la fama, Rivera ha enloquecido como Calígula, y en una de sus últimamente frecuentes demostraciones de poder se ha venido arriba asegurando: si algunos piensan que el sanchismo tiene que campar a sus anchas, que presenten un partido político; que yo le aconsejaría prudencia con este tipo de sugerencias (las carga el diablo); recuerdo que Cospedal sugirió algo parecido a raíz del 15-M y ahí está Podemos (y ahí está, por eso y por otros merecimientos,  el PP).
Yo creo que Rivera debe estar ahora buscando -como Calígula- su propio Incitato para nombrarlo cónsul (Garicano parece que no, ¿Girauta, quizá?) y afirmar así su poder omnímodo. Pero que se guarde de los Querea de su propio partido, que ya deben ser abundantes: cuanto más rápido es el ascenso más dura suele ser la caída. Aunque lo más peligroso para él creo que va a resultar quererse liberar de la presión de las élites económicas que saludaron su irrupción en la política nacional y que ahora le piden la abstención. Por poco que haya ejercido en el sector bancario -en La Caixa, concretamente- parece increíble que desconozca una de las primeras leyes del mercado, esa que casi todos -de grado o por fuerza- conocemos: quien paga, manda. 
Al reivindicar su autonomía política con tanto fervor puede acabar convirtiéndose, efectivamente, en autónomo.
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P.S.: ...y así fue, Rivera consiguió convertirse en autónomo en menos de medio año.

miércoles, 26 de junio de 2019

El bipartidismo, de nuevo

El bipartidismo se resiste a aceptar su muerte: eso parece deducirse de la actitud -que no voy a adjetivar, aunque irresponsable me sale sin querer- de los dos grandes partidos que lo conforman: PSOE y PP; ¿que otra cosa cabe suponer cuando transcurridos dos meses desde las últimas elecciones generales el PSOE -el partido más votado- no ha conseguido los necesarios apoyos de otros grupos parlamentarios para lograr la investidura de su candidato a la presidencia del gobierno, y cuando lo más cercano a ello ha sido la promesa de apoyo para la próxima legislatura ¡del PP!, del otro integrante del bipartidismo; justificándolo -como es habitual en éstos casos- como necesario para lograr la estabilidad del país (por si no se ha entendido, para el PSOE y el PP estabilidad=bipartidismo; y la estabilidad parece haber alcanzado la categoría de bien supremo, sobre todo para algunos).
La resistencia del PSOE -de Pedro Sánchez- a un acuerdo programático y de gobierno con Unidas Podemos tiene que ser consecuencia, necesariamente, de la defensa a que se siente obligado respecto a los intereses del poder económico, a los intereses del establishment, que son quienes realmente manejan los hilos del poder político, aunque ello suponga para el PSOE la traición de los deseos de una mayoría social que suma más de 11 millones de votos (PSOE+UP; 7,5 y 3,7 millones respectivamente) nominalmente de izquierda.
Creerá Pedro Sánchez que presentarse a la investidura con la benévola negativa del PP (con la de Ciudadanos -o su abstención- ya cuenta, pese al guiñol que a diario nos ofrecen éstos últimos) e ignorando a Unidas Podemos -haciendo recaer sobre éstos la imposibilidad de un acuerdo, como la última vez- va a salirle gratis y que el poder todo lo borra, pero la ciudadanía va a acabar dándose cuenta del truco (que, tampoco era tan bueno, por cierto). Y si tuviera razón y acaba pasándolo por bueno, como país nos mereceríamos lo que está en proceso de maduración y que es muy posible que finalmente ocurra. Lo siento por una gran parte de los votantes del PSOE; por su candidez, quiero decir. Y, en definitiva, por este país, que parece destinado a transitar por una espiral infinita en un cansino déjà vu.
Mucho me temo que me haya equivocado poco.

viernes, 21 de junio de 2019

La pretendida (e hipócrita) equidistancia.

Este mundo, en que las noticias tienen una vida tan breve que, no bien acabamos de entender una, ya es antigua y debemos comenzar a intentar entender la siguiente, casa mal con la ponderación, palabra que tanto significa determinar el peso de algo como proceder racionalmente al equilibrio; así ocurre que todas las noticias acaban pesando lo mismo porque no hay tiempo para pesar cada una, ni de equilibrarlas, considerando la veracidad de la fuente y su cuantificación, si procediera. De ésta peculiaridad de las noticias -su brevedad- (que han de servir de base para configurar nuestra opinión) son conscientes los medios de comunicación posiblemente desde siempre -al menos desde William Randolph Hearst, uno de los creadores de la prensa amarilla- pero ya digo, en la vorágine informativa en que se ha convertido la amalgama medios/redes sociales, es una peculiaridad utilizada a diario por los desinformadores oficiales, cuyo prototipo seguramente la mayoría tengamos en mente; no en vano es un periodista -eso asegura él de sí mismo- que resulta sospechoso habitual de haber trabajado para las cloacas del Estado.
Un ejemplo; aunque es sabido, producto de la estadística oficial existente, que semanalmente dejan de abonarse casi tres millones de horas extra, el actual presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi, ha afirmado que muchas empresas están llamando porque se están dando cuenta una vez que hacen el registro de jornada de que los empleados les deben horas; ¿llamando a dónde?: ¿a CEOE o a la Inspección de Trabajo de la Seguridad Social?; ¿muchas? ¿cuántas y cuales?; ¿se ha cuantificado el número de horas que los trabajadores deben a los empresarios?; el señor Garamendi no debe estar por estos detalles; él bastante ha hecho con dejarlo caer y procurar que cada uno haga rápidamente la deducción (sin datos es difícil hacer otra cosa): todos son igualmente mentirosos y defraudadores; asunto concluído y vamos a ver que ocurre con el Ayuntamiento de Madrid y los eventos del día del Orgullo LGTB.
Pero no, no todo es lo mismo,  producto de la picaresca patria en las relaciones entre trabajadores y empresarios; sin ponderación -ni cuantificación- resulta que las manifestaciones del señor Garamendi son un puro infundio que responde casi exactamente a lo indicado en varios de los once principios de la propaganda atribuídos a  Goebbels, concretamente en el denominado Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan, y también a lo indicado en el denominado Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Es por ello que las declaraciones del señor Garamendi ni siquiera dividen entre dos los tres millones de horas extra que semanalmente los empresarios deben a los trabajadores de éste país (la intención nada oculta del presidente de CEOE); más bien las elevan a infinito (resultado obtenido al dividir cualquier cosa entre cero, el número de los datos aportados por el señor Garamendi).

martes, 11 de junio de 2019

Líneas rojas y cordones sanitarios

Lo que a mí me sorprende es que alguien se sorprenda de la falta de palabra de Ciudadanos y, en general, del incumplimiento de sus promesas políticas; hay una regla infalible respecto a ellas: cuanto más rotundas, más breves. Hace tiempo que estoy convencido que Ciudadanos, esta versión 2.0 del Partido Radical que lideró Lerroux hace casi un siglo tiene, como aquél, la primerísima norma de ser lo que haya que ser para poder estar, y eso incluye, naturalmente, ser y hacer lo contrario de lo que expresaban sus promesas tajantes sin el menor empacho, justificándolo habitualmente como necesario para la gobernabilidad del país -o sea, para poder estar en el ajo-  o, en su defecto, por el bien de España, que es aún más genérico y abstracto pero, a la vez, más radical (y a esos efectos, da igual que esa España contenga sólo una minoría de españoles).
Por ello, que alguien -mínimamente conocedor de quién es quién en el panorama político actual- realmente se sorprenda de los acuerdos de Ciudadanos, Vox y el PP -concretamente en la Comunidad de Madrid y Murcia- me parece de una candidez enternecedora.
¿No quedan ahora un poco patéticos los intentos de Iñigo Errejón de atraer a Ciudadanos a un acuerdo con Más Madrid diciendo hace sólo unos días que Ciudadanos debía tomar una decisión histórica que no tenía que ver con los puestos sino con la regeneración?, ¡pobre! aún no se ha enterado de que las líneas rojas -o naranja intenso- en Ciudadanos deben ser de chocolate; desaparecen rápido, sin que nadie sepa cómo; sus cordones sanitarios son de un fino hilo de algodón y sus cuarentenas nunca duran cuarenta días, sino un ratillo, hasta el próximo Telediario. Ni de que en Ciudadanos la Historia se la trae al pairo. Ni de que la regeneración era ésto, amigo.
En todo caso, Errejón nos aclara que si Ciudadanos preside la Asamblea (de Madrid) queda claro el acuerdo con las derechas. Ya; no lo habíamos pillado hasta que lo ha dicho él.

viernes, 7 de junio de 2019

Matadragones (II)

La de matadragones fué una profesión muy lucrativa y reconocida socialmente: no hay más que repasar la lista de héroes -y santos- que se dedicaron a una actividad tan peligrosa y difícil (bastante más que matar un toro en una corrida actualmente) como plena de recompensas en el improbable caso de resultar exitosa; todo parece indicar que la proliferación de matadragones fué la causa de la extinción de los dragones en la antigua China.
Y, lo que es el devenir cíclico de la historia (lo que son las cosas, hablando coloquialmente): Gaspar Llamazares ha llegado  curiosamente a la misma solución que los antiguos matadragones chinos ante la ausencia en la demanda de sus servicios debido a la falta de dragones que matar: ha decidido crear su propia escuela de matadragones; visto que ya no existen dragones a la medida de su espada -o bien todo lo contrario, que haya constatado que su espada ya ni pincha ni corta, sea cual sea la peligrosidad de los dragones que restan- el caso es que el histórico dirigente del Partido Comunista e IU -y otros empeños que creo más piadoso olvidar- ha decidido dedicarse a la realización de estudios o impartir cursos relacionados con su pasión, la política; tanto sea pasión considerada  como la accion de padecer ó como el apetito o ansia vehemente de algo, es de suponer que,  en ambos casos, algo sabrá del tema, tras treinta años dedicándose a la política. Eso, o bien que la alternativa de volver a su profesión de médico docente la ha estimado algo más difícil ya que  requeriría de un reciclaje demasiado largo, y es sabido que la política es una de las pocas actividades que no requiere de titulación -ni de grandes conocimientos reglados- en este país.
En todo caso, le regalo la idea de utilizar como logo de su futura escuela y/o empresa de asesoría política un dragón, el adjunto Dragón Rojo de Gales (por aquello de jugar subliminalmente  con el color); o algo parecido si es que éste está patentado o protegido por derechos de copia.
En fin, lo dicho, que la historia no es que parezca repetirse, es que se repite.

martes, 4 de junio de 2019

A la izquierda y abajo o a la derecha y arriba

Hay quien opina que el verdadero mal de Unidas Podemos es la gran cantidad de politólogos -o asimilados- que configuran sus cuadros dirigentes; no creo que sea ese su principal problema ni es malo en sí mismo que haya muchos en UP analizando políticamente la problemática del país, pero si todo lo que pueden ofrecer a la ciudadanía es el análisis aséptico de un fracaso renovado -que, acercándonos algo a la realidad, lo milagroso es que no sea un fracaso absoluto-, yo les sugeriría que montaran una empresa consultora para asesorar a otros partidos políticos y marcarles la estrategia, ya que, al parecer, lo que no han aprendido todavía es a aplicarla en la práctica y a sí mismos; debe ser agotador el trabajo de mantener un semillero permanente de nuevos Frentes Populares Judaicos que tienen, como efecto inmediato, la subdivisión perpetua de la izquierda (cumpliendo, casi al pie de la letra, los planes que de siempre -seguramente desde el 15-M  y el subsiguiente surgimiento de Podemos- ha tenido el gran capital mediante sus ejecutores políticos; por el bien de España y su estabilidad, dicen ellos).
Por cierto, la transversalidad, eso que algunos de los mencionados gurús de la politología se empeñaron en hacernos creer que era un producto del movimiento 15-M, resulta que ya no mola (a pesar de que, en su día, se desarrollaron auténticas tesis al respecto); alguno de sus inventores ha regresado, finalmente, a las supuestamente obsoletas clasificaciones de izquierda y derecha que, incluso conceptualmente, parecen seguir teniendo una significación más universal que el moderno y transversal arriba y abajo, que siempre me recordaba la magnífica serie británica;  además de que, realmente,  no aportaba mucho a lo expresado ya por Gramsci en Oprimidos y opresores, (artículo escrito en 1910) en el que, entre otras cosas éste decía: puesto que los privilegios y las diferencias sociales son producto de la sociedad y no de la naturaleza, pueden sobrepasarse; tampoco es que se haya inventado nada sustancial al respecto desde Espartaco, creo. Y, después de todo, la transversalidad como análisis sociopolítico coincide básicamente con las denominaciones tradicionales si aplicamos un simple giro de 90º (a la derecha), con lo cual los ricos de arriba quedan situados en la derecha y los pobres de abajo, en la izquierda, como siempre. Y ésto sin necesidad de ningún artilugio teórico ni de dar la turra  a menudo nostálgica y/o artificial; no conozco a ningún tranversalista que lo explique mejor que la simplicidad  con que lo hace, por ejemplo, Ken Loach en sus películas; lo entiende todo el mundo: los oprimidos a la izquierda  y los opresores -y sus lacayos- a la derecha.