lunes, 27 de mayo de 2013

Matadragones

Cuentan que en la antigua China llegó un momento en que los dragones se extinguieron dada la proliferación de matadores de dragones a causa de las sustanciosas recompensas que pueblos y ciudades ofrecían para librarse de ellos. Ante aquella crítica situación, se reunieron todos los matadragones en un congreso y decidieron que la única salida de futuro para su profesión se hallaba en la creación de escuelas de matadragones: dedicarse a la enseñanza del oficio y de los muy especiales conocimientos sobre dragones y las formas de acabar con ellos.
Algo parecido ha debido pensar el presidente de la Conferencia Episcopal española, Rouco Varela, que ante la escasez de vocaciones sacerdotales en nuestro país, y concretamente, en el arzobispado de Madrid, ha decidido que es conveniente que se formen sacerdotes en los complejos y muy especiales rituales necesarios para practicar exorcismos y conjurar al demonio. Que haya otros demonios menos míticos y más cercanos y peligrosos para todos como puedan ser el capitalismo salvaje, el paro, la pobreza, los deshaucios o el hambre no parece que sean de su competencia, ni creo que esté considerando como exorcizarlos.

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