domingo, 12 de mayo de 2013

Amistades peligrosas

Es asunto conocido lo muchísimo que mejoramos todos los españoles al morir: basta con que nos despidamos definitivamente para que casi todos comiencen a añorar nuestra presencia; los panegíricos son una de las pocas ocasiones en que los españoles solemos ser generosos, aparentemente, con nosotros mismos. Aunque a veces nos pasamos: ni tanto (muertos) ni tan calvo (en vida), que diría un castizo.
La señora alcaldesa de Madrid, Ana Botella, rememora en El País -supongo que el texto sea original y no alguno de sus cuentos infantiles reeditado- la figura de Mercedes de la Merced, recientemente fallecida, texto por el que hemos podido conocer que ésta era -entre otras cosas, todas ellas positivas- un espíritu libre, sincera y amiga de sus amigos (que digo yo que tampoco esto último parece algo a destacar: sólo los espíritus beatíficos -además de libres- son amigos de sus enemigos). Si no regalaba halagos y sabía escuchar, como también nos informa la señora Botella, supongo que no le importaría a Mercedes de la Merced que recodáramos de ella -sin ánimo de molestar y antes de que ascienda definitivamente a los cielos- precisamente, algunas de sus amistades como, por ejemplo, el que fué también como ella concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PP: Angel Matanzo (que llegó a presentarse como candidato a la alcaldía de Madrid por el partido ultraderechista Unidad Nacional), su estrecha amistad con los hermanos Giménez-Reyna (los de Gescartera) o sus útiles amistades con Rodrigo Rato y Miguel Blesa que le sirvieron para ocupar un puesto en el Consejo de Administración de Caja Madrid, así como su estrecha amistad con José María Aznar, siendo consejera de la Fundación FAES. Amistades la mayoría de ellas peligrosas, lo cual podría ser un mérito suyo más y seguramente prueba de su autonomía de pensamiento, su sinceridad castellana, su claridad, su empatía, y su experiencia. De lo último, sobre todo.
 
 

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