De la olla podrida -y a presión- que está resultando ser la corrupción que afecta concretamente al PP (donde es devoción lo que tienen por éste plato), resulta que uno de los principales factores que han aumentado la presión de tal manera que nos ha permitido asisitir en vivo al espectáculo de ver salir disparados algunos de sus ingredientes entre chorros de vapor interno -tal como un géiser local de corrupción-, ha resultado ser la propia competencia entre los corruptos del PP: la trama púnica y la trama Gürtel competían entre sí por esquilmar las arcas públicas en los Ayuntamientos de la Comunidad de Madrid; Bárcenas y Lapuerta, desde la tesorería del PP facilitaron a la Guardia Civil las pistas para poder investigar a Ignacio González; no se sabe muy bien quién -pero todo parece apuntar a alguna facción del PP disponía de una contragestapillo opuesta a otra gestapillo que se dedicaba a contravigilar a miembros del PP no afines- investigaba los viajes a Colombia de Ignacio González y su corte isabelina (del Canal de Isabel II), transportando toallas y gorras en abultadas bolsas de plástico.
Resumiendo, que como ocurre de antiguo -sobre todo en éste país- todos los corruptos existentes en el PP tenían interiorizada la frase de los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo, relativa a una mezcla específica y local de avaricia y envidia, universalmente propias del género humano: también de siempre las redes de corrupción, asociaciones de filibusteros o mafias han caído porque alguno de sus miembros se sentía discriminado considerando que su parte no era suficente, que merecía más en el reparto del botín.
Pero más allá de contemplar el espectáculo de ver como vuelan los ingredientes -algunos chorizos y morros, sobre todo-, parece que poco más nos toca esperar: el botín, la propia olla, se la continuarán comiendo -o se la comerán tras un breve período, para hacer hambre- los tahúres y ladrones de lo público. Parece que el nombre de olla podrida (poderida) se refiere a que sólo se la podían permitir pudientes y/o poderosos, con independencia de cuan podridos hubieran sido los métodos para llegar a serlo.
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