viernes, 21 de abril de 2017

Espe llora

Ignacio González lloró cuando sustituyó a Esperanza Aguirre en la presidencia de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre ha llorado al conocer la entrada de Ignacio González en la cárcel: así son en el PP, aparentemente algo llorones, a pesar de que Esperanza Aguirre -que en eso de la desfachatez y la aplicación de la Ley del Embudo no tiene competidor- recomendadaba no hace mucho a Manuela Carmena que para dedicarse a la política, hay que venir llorado/a de casa: ella, que de antiguo llora tan bien en los momentos oportunos. Aguirre conjuga en primera persona perfectamente el verbo -y la acción de-  llorar; el verbo dimitir ya es de otra lección, se vé que más difícil y de un curso al que aún no ha llegado (y es posible que nunca llegue). Yo, sin saberlo, destapé la trama Gürtel, insiste -matizando- en su declaración ante el juez, lo que me ha dejado aún más en la duda: ¿quiere decir que si lo hubiera sabido no la habría destapado o nos quiere decir que era tal su despiste que la destapó sin ser consciente de que estaba levantando la tapa de semejante cloaca?
¿No será que Esperanza Aguirre -a la que cabe perfectamente aplicar la definición de político de Bierce- estará intentando sobrevivir haciéndose la rubia, como su sucesora; Cristina Cifuentes? Es cierto que no parece fácil que alguien que tiene más conchas que un galápago -políticamente y en general- se haga pasar por tonta, pero si lleva años manteniendo que ella no se enteraba de nada mientras casi todos los altos  cargos que ella nombró han acabado siendo sospechosos de corrupción generalizada, es que tampoco hacerse la rubia -o del color que toque- le sea particularmente difícil; aún siendo consciente de que su figura se trata de un cadáver político más en el PP, flotando en ese pantano putrefacto donde proliferan ranas y todo tipo de sanguijuelas, el instinto la puede.
En fin, la política es un arte al que son de aplicación las leyes de los grandes números y seguro que Aguirre -pensando, a pesar del mal panorama que se le presenta, en capear el temporal- supone que alguien quedará que la crea. A ella y a sus lágrimas.

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