Antes decíamos que Estados Unidos jamás perdía una guerra, ahora no ganamos ninguna. Es inaceptable, ha asegurado el presidente de los EE.UU.; es lo que tiene revisar las noticias en los medios de buena mañana, se toma conciencia de que la ignorancia, no el mal -y no está claro qué sería peor- se está adueñando del mundo.
Porque lo cierto es que, pese a la creencia del señor Trump, desde el final de la segunda guerra mundial, hace tres cuartos de siglo, en todos los conflictos militares en los que ha participado la que es, sin duda, la primera potencia del mundo -Corea, Vietnam, Líbano, Somalia...-, ésta ha salido con el rabo entre las piernas, si esceptuamos las intervenciones en su patio trasero, como pueden considerarse las acciones militares en la República Dominicana, Granada y Panamá; y aún ni eso, Cuba no se doblegó e hizo frente a la gran potencia durante más de cincuenta años, hasta el día de hoy. Misión cumplida, proclamó en Irak y en 2003 un antepasado del actual presidente norteamericano -otro ilustre ignorante- dando por ganada la segunda Guerra del Golfo, siendo así que ésta finalizó formalmente ocho años después, tras sumergir en ella una ingente cantidad de recursos y dejar a Irak -y a todo Oriente Medio- en una perpetua inestabilidad y plantada la semilla de guerras futuras; algo semejante a lo ocurrido en Afganistán, otra guerra ganada por los EE.UU. Todo ello ignorado, al parecer, por el señor Trump que sintetiza así su idea de lo que deben ser las relaciones internacionales: soy el primero que querría ver al mundo sin armas (?), pero no podemos
quedarnos por detrás de ningún país, aunque sea amigo. Nosotros tenemos
que estar a la cabeza de la manada; lo más parecido a la ley de la selva, hasta en el lenguaje. Concluye Donald Trump: tenemos que empezar a ganar guerras otra vez, -así, como si hablara de fútbol- y para ello ha incrementado el presupuesto de defensa de su país en 54.000 millones de dólares (a descontar, entre otras partidas, del presupuesto de ayuda exterior) asegurando, además, que es un negocio redondo: reforzar el sector militar es barato. Estamos comprando paz y afianzando
nuestra seguridad nacional. Además es un buen negocio. ¿Quién
construirá los aviones y barcos? Trabajadores americanos. Y eso sin contar su intención de ampliar el arsenal de armas nucleares de su país, esas que, con seguridad, considera inaceptable que otros países posean: EE.UU. tiene que continuar liderando la manada.
Nada hay más terrible que una ignorancia activa, escribió Goethe.
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