He
oído a Antonio Mesa, candidato a presidir las Nuevas Generaciones del
PP en Madrid, explicar su gesto rompiendo la fotografía del ex-tesorero
del PP, Luis Bárcenas, diciendo que en todos las organizaciones hay
algún "garbanzo negro", supongo que intentando hacernos deducir -casi
explícitamente- que la mayoría de la cúpula del PP ha sido y es ajena a
la corrupción: garbanzos blanquísimos. Que el gesto
del joven Mesa haya sido calculado en ese sentido lo corrobora el que
ante las preguntas de un periodista sobre si no debiera haber roto más
fotos ha respondido sin dudar que "ésta era la foto que había que
romper". Efectivamente, parece que para prosperar dentro de su
organización, esa y sólo esa debe ser la foto que corresponde romper.
Pero ese gesto no despeja las dudas sobre la generalizada corrupción del PP, a la vista de las recientes declaraciones del señor Bárcenas -con numerosos indicios de verosimilitud- en un juicio en Toledo en el que ha proporcionado detalles de sus entregas de dinero -negro también, lamentablemente- y en mano al mismísimo presidente del PP, Mariano Rajoy y a la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, asegurando que los sueldos en B eran toda una tradición dentro del PP y añadiendo que anteriores secretarios generales del PP cobraron igualmente en negro. O, incluso, oyendo a la señora Cospedal afirmar con desparpajo que lo que hayan hecho otros directivos del PP "ella no lo sabe". Menos mal que es la secretaria general; sólo la debe superar en ignorancia de lo acaecido financieramente en su partido el propio presidente del PP.
Pero ese gesto no despeja las dudas sobre la generalizada corrupción del PP, a la vista de las recientes declaraciones del señor Bárcenas -con numerosos indicios de verosimilitud- en un juicio en Toledo en el que ha proporcionado detalles de sus entregas de dinero -negro también, lamentablemente- y en mano al mismísimo presidente del PP, Mariano Rajoy y a la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, asegurando que los sueldos en B eran toda una tradición dentro del PP y añadiendo que anteriores secretarios generales del PP cobraron igualmente en negro. O, incluso, oyendo a la señora Cospedal afirmar con desparpajo que lo que hayan hecho otros directivos del PP "ella no lo sabe". Menos mal que es la secretaria general; sólo la debe superar en ignorancia de lo acaecido financieramente en su partido el propio presidente del PP.
Concluyendo,
todo apunta a que no se trata, tal y como el joven Mesa sugiere, de un
garbanzo negro en el cocido, si no más bien de su antecedente
gastronómico histórico: una auténtica olla podrida. Bien provista de chorizos, naturalmente.
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