miércoles, 7 de diciembre de 2022

Una pena

Tras la clarividente revelación por parte de Mariano Rajoy de que en fútbol -y posiblemente en otros asuntos- Alemania es Alemania (inspirándose posiblemente en la conocida fútbol es fútbol de Vujadin Boskov), esperaba yo como al oráculo que analista tan agudo me aclarara las claves de la derrota de la selección española ante Marruecos, en el convencimiento de que Rajoy nunca defrauda. Y así ha sido: una pena; quiero decir que ese ha sido el título elegido para la última crónica (así las denomina él) de su sección -que tiene el genérico epígrafe de Así fué (o no); ya digo que Rajoy nunca defrauda- Ha sido una pena. Por si quedaran dudas, insiste en aclararnos: Sabíamos que existían carencias; claro que lo sabíamos, Mariano, claro que lo sabíamos aún sin ser plenamente conscientes de ello; pero han bastado esas certeras palabras para desvelar una realidad política profunda: el que hayamos tenido semejante personaje como presidente del gobierno durante siete años -a añadir a los siete anteriores como ministro en gobiernos de este país- no es la menor de esas carencias, a la que cabe atribuír la apertura de un proceso de peora continua hasta llegar a la actual dirigencia del PP por parte de Feijóo, pasando por los notables logros anteriores de Casado, recordando, cómo no, los méritos del inolvidable Aznar, el iniciador de la saga.

Hannah Arendt teorizaba sobre la banalidad del mal; mucho me temo que acabaremos interiorizando y asumiendo como inevitable el mal de la banalidad

En fin, que además de la gratificante -en sí misma-  postura de principios por la que me he obligado a no ver ninguno de los partidos del mundial de Catar de fútbol, el karma me ha hecho el regalo inmediato de evitarme sufrir en directo ataques de vergüenza ajena; reconozco que lo de las crónicas rajoyanas ya es puro morbo: me quedo con su reflexión-resumen futbolera (aunque admite multitud de aplicaciones en diversos ámbitos): el mejor lugar para situar la pelota es en el campo del otro, porque así no te podrán hacer gol nunca. ¡Viva España!


martes, 15 de noviembre de 2022

El paraíso del fotógrafo

Me sorprendió verme vestido con algo parecido a un pijama de raso, de color malva; y digo verme porque efectivamente me veía a mí mismo con visión externa. En seguida me dí cuenta de que andar me resultaba muy fácil y ligero, estaba en gravedad lunar y, a poco que me esforzara, daba zancadas de gigante; intenté -y conseguí- saltar y dar una voltereta completa en el aire. Iba descalzo, pero el suelo del camino era blando, algo así como un algodón nuboso -o nube algodonosa- y a ambos lados se extendían praderas tapizadas con hierba húmeda de un intenso verde esmeralda conteniendo amplios roales de florecillas amarillas; ¡lástima, no tener una cámara! -pensé- y al punto sentí que mi mano derecha sujetaba una Kodak Retina de los sesenta, con su Xenon 1,9/50 instalado; me vendría mejor un gran angular para este paisaje; miré bien y ví que el objetivo realmente era un Curtagon 4,0/28; poco angular -pensé, sin recordar que para las Retina reflex no había nada de focal más corta-  y deseé tener a mano una Nikon F2 con un buen Nikkor-UD 3,5/20; ¡dicho y hecho! antes de haber intentado siquiera hacer ninguna foto pensé que sería estupendo disponer de alguna cámara de formato más grande y ya no me sorprendió mucho ver -sin comprobar el peso- que estaba sujetando una Kowa SuperSix con su cremoso 2,8/85. Para celebrar su inesperada ligereza, con facilidad lancé al aire la cámara con la mano derecha, y al recibirla con la izquierda comprobé que se había transformado en una Pentacon Six con un ojo de pez Arsat 3,5/30; pensé que alguien habría anotado mi gusto por los gran angulares. Visto que el procedimiento era sencillo -sólo desearlo- pasé por las Olympus OM,  diversas Exa y Exakta, las Zorki, la Canon T 90, las Minolta D, las Pentax con sus deliciosos Takumar, hasta que el flujo se detuvo en otra cámara de formato medio: la Graflex Century Graphic, que supuse con su excelente KodaK Ektar  3,7/105 y que -ya no me sorprendía nada- apenas pesaba; además, para más comodidad, traía instalado un práctico agarre para la mano izquierda. Ni siquiera me dió tiempo a pensar que estaría bien disponer del Mamiya-Sekor 6,3/65 de fórmula Topogon, cuando ví que era el que realmente estaba instalado en el portaobjetivos de la Graflex que, además, disponía del respaldo para película de 120 con un rollo de Kodal Tri-X esperando ser usado. El paisaje estaba cambiando, ví montañas, bosques, cascadas y, al fondo, una figuras que en la lejanía no podía distinguir si serían ángeles o huríes -ambas posibilidades igualmente sorprendentes, como antes lo era el haber acabado en un paraíso de cualquier tipo sin ser creyente en ninguno- y decidí acercarme a comprobarlo... 

Noté algo en los ojos: era Ton; había decidido que mi siesta estaba durando demasiado y me estaba lamiendo conzienzudamente las gafas, que no me había quitado antes de quedarme dormido.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Trotski en España

Lev Bronstein (Lev Davídovich Bronstein; Lev -hijo de David- Bronstein, en la usual denominación rusa), conocido más tarde como León Trotski, nació en 1879 en Yánokva, una hacienda al sur de Ucrania, relativamente cercana a Jerson y Odesa; de los ocho hijos de sus padres, David y Anna, sólo cuatro llegaron a la edad adulta, los otros cuatro murieron de difteria o escarlatina; David, pese a su situación relativamente acomodada de pequeño terrateniente era analfabeto, no así Anna, que estaba suscrita a una biblioteca y leía regularmente a sus hijos, consciente de la importancia de su educación cultural. Con nueve años su madre lo envió a Odesa donde residía un sobrino suyo (otro sobrino, éste de su padre, fué el productor cinematográfico Samuel Bronston (Bronstein)); Lev Bronstein se convirtió en un lector voraz y demostró pronto una notable inteligencia; finalizando sus estudios en la escuela secundaria (Realschule de San Pablo, de origen luterano alemán) de Odesa y cuando tenía 17 años y el proyecto de estudiar matemáticas, se despertó su conciencia social y adoptó los presupuestos  populistas (Naródniki) y más tarde socialistas; los Bronstein eran judíos y como tales sufrieron el antisemitismo oficial ruso, pero el propio Trostski admite en su autobiografía (Mi vida) es muy probable que estas desigualdades raciales contribuyesen a estimular mi descontento con el régimen existente; pero esta causa se esfumaba en contacto con otras manifestaciones de la injusticia social, y no ejerció sobre mí influencia alguna decisiva ni independiente. Pronto la actividad política fué su único objetivo y en 1898, a los 19 años, la policía zarista lo detuvo e ingresó en prisión durante dos años, tiempo que aprovechó para leer intensivamente y ampliar sus conocimientos en varios idiomas (de uno de sus carceleros en Odesa adoptó el sobrenombre de Trotski). Tras esos dos años de prisión se le condenó administrativamente -sin juicio- a un destierro de cuatro años en Siberia: como confiesa en su autobiografía Mi vida (1930) no puede decirse que mi vida, aun presentada en tan rápida síntesis, tenga nada de monótona; en 1900, con 21 años, decidió casarse con su antigua compañera y adversaria en tertulias socialistas, Aleksandra Sokolóvskaya. En Agosto de 1902, Trotski decidió escapar del destierro siberiano en Ust-Kut, a pesar de contar ya con dos hijas -la segunda de apenas cuatro meses de edad- con la aquiescencia de Aleksandra, que apenas volvió a verlo pero siempre lo apoyó. La organización clandestina de Iskra -diario clandestino que posteriormente dirigió- logró su traslado desde Irkutsk a Londres (donde llegó en Octubre de 1902), vía Samara, Ucrania y Viena, iniciando la vida itinerante, clandestina y exiliada propia de los revolucionarios rusos de la época. En una visita a París conoció a la que se convirtió en su segunda esposa, Natalia Sedova, con la que tendría dos hijos. Entre 1902 y 1905 Trotski y Lenin tuvieron divergencias sobre todo de procedimiento o tácticas, alineándose el primero con la facción menchevique (menshevik, minoría moderada) y el segundo liderando a la bolchevique (bolshevik, mayoría radical) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), tras su segundo congreso en 1903. Sin embargo, Trotski se convierte en figura crucial ya en la Primera Revolución (para los rusos la de 1905 es la primera revolución, la de Febrero de 1917 la segunda, y la de Octubre de 1917 la tercera) y el alma política del Sóviet de San Petersburgo; redactó la mayoría de sus proclamas y mociones. Pero, tras cincuenta días, en diciembre de 1905, las tropas disolvieron el Sóviet y Trotski fue arrestado mientras presidía una de sus sesiones. Pasó unos diez meses en las prisiones de la capital durante los cuales nació su primer hijo varón, Lev. Aprovechó su juicio para defender sus acciones y dar publicidad a la revolución en el resto de Europa; a pesar de su elocuente defensa, en noviembre de 1906 fué condenado a exilio perpetuo bajo vigilancia en Siberia. En condiciones propias de una novela de aventuras (en un trineo de renos conducido por un borracho de nombre -o apodo- Nikifor durante cientos de kilómetros y atravesando los Urales en pleno invierno; Trotski se también se encargó de escribir la novelita La fuga de Siberia en un trineo de renos -en el original, Tudá i obratno; esto es, Viaje de ida y vuelta- poco después de protagonizarla), logró escapar a Finlandia; no volvería a Rusia hasta 1917. En 1914 -tras un agitado y permanente exilio itinerante intentando la reunificación del POSDR- el estallido de la I Guerra Mundial sorprende a Trotski en Viena; siendo ruso -nacional de un país en guerra con el Imperio Autrohúngaro- escapa rápidamente a Suiza y posteriormente a París desde donde defendió posturas pacifistas ante el conflicto, sorprendido por el respaldo a la guerra -y a su país, Alemania- de los socialdemócratas alemanes que se mostraron en esas cicunstancias muy poco internacionalistas. En el otoño de 1916, las autoridades francesas lo expulsaron de su territorio, siendo deportado a España, donde permaneció unos meses, tiempo suficiente para que sufriese todo tipo de incidentes policiales que motivaron una interpelación parlamentaria al Gobierno del conde de Romanones. Trotski fue encarcelado -sin ningún fundamento jurídico- en Madrid y trasladado posteriormente a Cádiz en espera de un barco con rumbo a Nueva York, donde llegó a comienzos de 1917, el mismo año que vería las dos últimas revoluciones rusas, en las que Trotski jugaría un papel fundamental, así como en la posterior guerra civil rusa  como creador del Ejército Rojo, en su capaz e inteligente entendimiento del cargo de comisario del pueblo para la Defensa. Es justamente esos meses de 1916 en los que Trotski estuvo en España el objeto de este breve apunte para recordar su obra Mis peripecias en España, basada en apuntes de la época y que publicó trece años después, en 1929, ya desterrado de la Unión Soviética por Stalin; ese mismo año se publicó en España traducida por Andreu Nin. Es una obra breve -poco más que anotaciones de viaje- pero que muestra tanto la amenidad de un Trotski costumbrista, perspicaz e inteligente como deja adivinar la mente de un pensador político de primer nivel: 

He sido expulsado de Alemania por francófilo; de Francia, por germanófilo. Claro está que yo no soy una cosa ni otra; soy un socialista que ve en la guerra una consecuencia fatal y lógica del sistema capitalista; nuestra misión no ofrece dudas; consiste en aprovechar el desequilibrio y el hambre creados por la guerra para excitar a las masas a la revolución.

Mis peripecias en España es a la par interesante e instructiva por cuanto resulta ser una visión exterior -pero certera y sintética- de la España de hace un siglo

domingo, 30 de octubre de 2022

Una hora más

Últimamente suelo despertarme de madrugada; este período intermedio de vigilia suele ser largo -a veces de más de una hora- de modo que mi sueño total se convierte en dos hemistiquios separados por una prolongada cesura. Dado que el tradicional recuento de ovejas nunca me ha funcionado, suelo recurrir a algún ejercicio mental tal como recordar nombres de actores o actrices clásicos famosos: siempre llego a alguno del cual soy incapaz de recordar el nombre; el ejercicio consiste en seguir recordando el nombre de otros hasta que, milagrosamente -a veces tarda, pero de eso se trata, de llenar el tiempo- recuerdo al atascado (suele ocurrirme con Humphrey Bogart y Clark Gable). Esta pasada noche me desperté a las 2:44 y -siendo la madrugada en la que recuperamos una hora- me asaltó la duda de si serían las primeras 2:44 o las segundas (la actualización es automática en el reloj de la mesilla de noche), lo que me llevó -y yo me dejé llevar, cualquier cosa para conseguir dormirme de nuevo: he comprobado que la paciencia y no imponerse el sueño ayuda a volver a dormir- a imaginar a la Muerte, con su clásica túnica envolvente negra integrando una capucha que cubre -a veces totalmente- una cara esquelética y portando esa guadaña que incluso como metáfora debe resultar bastante incómoda -o sea, al más puro estilo bergmaniano o woodyalleniano- presentarse ante mí -en sueños- a las 2:59 y, sin más preámbulos, decirme:

-Vengo a recoger tu cuerpo- que me sonó un poco a repartidor comercial algo informal, tanto por el abordaje directo como por el tuteo.

-¿La documentación?- contesté.

-Sí, claro; aquí tengo tus datos personales y la orden de recogida en la que figura también la hora, las 2:59 de hoy, 30 de Octubre.

-¿A ver?...mmm; no veo el sello de certificación- dije yo, con la idea clara de dilatar el asunto un importante minuto.

-El sello está en la segunda página, en la que el interesado debe firmar- dijo la Muerte con pausada y algo prepotente voz de funcionaria sabelotodo.

-¡Ah! ¿tengo que firmar?- parecía que iba a conseguirlo.

-Así es.

-¿Y si me niego?- esto está hecho, pensé.

-Firmaría yo como autoridad testificante de incorfomidad del recogido con la recogida.

-¿Que hora me dijiste -dije, devolviendo el tuteo con desparpajo y sabiéndome ganador de una hora- que está fijada para la recogida?

-Las 2:59.

-Pues aún son las 2:00- dije como distraído, consultando mi pulsera de actividad.

De un pliegue de la túnica, la Muerte extrajo rápidamente un reloj de arena (parece que también con actualización automática) y reconoció:

-Es cierto- dudó un poco; su solvencia, debida a una experiencia milenaria como funcionaria tramitadora del Departamento de Recogidas de Cuerpos, acababa de ser puesta en duda por un yayoflauta; prosiguió con voz algo contrariada:

-Lo siento, volveré en 59 minutos.

Se giró y se alejó de mí, arrastrando lenta y solemnemente la túnica, mientras se cambiaba la guadaña de hombro.

Yo también cambié de postura en la cama y me dispuse, plácidamente, a ver la película de mi propia vida, la que es fama que todos vemos antes de morir: los recuerdos comenzaron a fluir; el primero, el autobús de Valencia...

Y en esas estaba cuando debí quedarme dormido, porque mis recuerdos de ese intersomnus acaban ahí.

martes, 11 de octubre de 2022

Regeneracionismo hoy

El dolor de España no es algo nuevo; tras el parto imperial en los siglos XV y XVI, la cuarentena del penoso postparto duró los cuatro siguientes, hasta principios del siglo XX. Si durante el parto se produjo una Edad de Oro en las artes -en la literatura, concretamente- se denomina igualmente Edad de Plata a la surgida tras el postparto; si ya Quevedo expresaba su patriótica pesadumbre en la primera -miré los muros de la patria mía- igualmente lo hacían los regeneracionistas de la segunda. Y los abortados intentos de dos Repúblicas ha supuesto que ese regeneracionismo del siglo XX se haya prolongado en unos dolorosos puntos suspensivos hasta el día de hoy, un siglo después.

Por ello son tan adecuadas y actuales las reflexiones relativas al regeneracionismo de Manuel Azaña, procedentes de la época previa al segundo intento republicano:

La generación del 98 se liberó, es lo normal, aplicándose a trabajar en el menester a que su vocación la destinaba. Innovó, transformó los valores literarios. Esa es su obra. Todo lo demás está lo mismo que ella se lo encontró. Su posición crítica, que no tenía mucha consistencia, no ha prosperado. ¿Qué cosas, de las que hacían rechinar los dientes a los jóvenes iconoclastas del 98 no se mantienen todavía en pie, y más robustas si cabeque hace treinta años? En el orden político, lo equi valente a la obra de la generación literaria del 98, está por empezar. El único de aquel grupo que, saliéndose de las letras puras, se ha planteado un problema radical (no el de ser español o no serlo, ni el de cómo se ha de ser español, sino el de ser o no ser HOMBRE) es Unamuno

...

Los teóricos de la regeneración española compilaron cuanto se sabía de los males de la Patria: el hombre y el suelo, las leyes y sus órganos, el Estado y sus servicios; todo fué descrito en su apariencia sensible, catalogado, cogido en falta; se comprobó que en España nada permanecía entero; quedaban restos. La descripción es cabal; en el museo de las ruinas no falta ni una pieza. Y a fuerza de pasearse entre escombros, se apoderó de esos hombres no sé qué pasión de naturalistas arqueólogos.

...

Costa era el hombre de las fórmulas absolutas, de las conminaciones urgentes; medía por segundos el tiempo de la nación. Hablaba a gritos, como quien habla a sordos. Que unas verdades palmarias, correspondientes en el orden político a necesidades asaz modestas, recluyesen a su propagandista en la esfera de los rebeldes y lo empujasen poco a poco, robándole serenidad, a la vocación de mártir, no debe achacarse sólo a la apatía de sus auditorios, tan fáciles para el aplauso como lentos para la acción, sino a la densidad del realismo del propio Costa, que por huir de "ideologías", arrancó a su sistema de la atmósfera respirable, blanda y comunicante de las abstracciones.

...

Giner ha mostrado que el Derecho "no constituye una esfera menos interna, menos ética, más accesible a la coacción que la esfera de la Moralidad; que, en última instancia, toda la garantía del derecho, y por tanto del Estado, como en general de la sociedad, descansa en fuerzas meramente espirituales y éticas, en la recta voluntad de las personas, en la interior disposición de ánimo...No se cura con una ley un estado social enfermo: los males nacidos de torcimientos o deficiencias de la voluntad, sólo se remedian sanando o educando la voluntad." A formar la conciencia de los ciudadanos debía encaminarse el tratamiento médico; la operación quirúrgica, el bisturí, no ataca la causa de la enfermedad ni pretende, por tanto, curarla; ataca nada más al síntoma. (Manuel Azaña - ¡Todavía el 98! , en Plumas y palabras)

......

La inteligencia activa y crítica, presidiendo en la acción política, rajando y cortando a su antojo en ese mundo, es la señal de nuestra libertad de hombres, la ejecutoria de nuestro espíritu racional. Un pueblo en marcha, gobernado con buen discurso, se me representa de este modo: una herencia histórica corregida por la razón. ¿Qué política puede contentar a la variedad de caracteres, si tomáramos por guía el carácter, sea para adularlo o para reformarlo? Yo soy demócrata violento; es decir, que reconozco el derecho (el ajeno y el mío), y soy inflexible dentro de los límites de mi derecho. ¿Con quien he de juntarme? ¿Con los violentos de la otra banda, o con los demócratas, aunque sean mansos? Naturalmente, con los demócratas; una idea nos liga; en tanto que, sumándome a los de carácter afin, pero de ideas contrarias, no podríamos dar a nuestra violencia un empleo común. (Manuel Azaña - La inteligencia y el carácter en la acción política, en Plumas y palabras).

Claro que no sé si éstas reflexiones estarán a la altura -por elevadas- de los actuales dirigentes políticos de éste país, un siglo después de ser escritas. Que a bastantes de los intelectuales y estadistas contemporáneos parece que les dieron los créditos para serlo en una tómbola.