Tras la clarividente revelación por parte de Mariano Rajoy de que en fútbol -y posiblemente en otros asuntos- Alemania es Alemania, esperaraba yo como al oráculo que analista tan agudo me aclarara las claves de la derrota de la selección española ante Marruecos, en el convencimiento de que Rajoy nunca defrauda. Y así ha sido: una pena; quiero decir que ese ha sido el título elegido para la última crónica (así las denomina él) de su sección -que tiene el genérico epígrafe de Así fué (o no); ya digo que Rajoy nunca defrauda- Ha sido una pena. Por si quedaran dudas, insiste en aclararnos: Sabíamos que existían carencias; claro que lo sabíamos, Mariano, claro que lo sabíamos aún sin ser plenamente conscientes de ello; pero han bastado esas certeras palabras para desvelar una realidad política profunda: el que hayamos tenido semejante personaje como presidente del gobierno durante siete años -a añadir a los siete anteriores como ministro en gobiernos de este país- no es la menor de esas carencias, a la que cabe atribuír la apertura de un proceso de peora continua hasta llegar a la actual dirigencia del PP por parte de Feijóo, pasando por los notables logros anteriores de Casado, recordando, cómo no, los méritos del inolvidable Aznar, el iniciador de la saga.
Hannah Arendt teorizaba sobre la banalidad del mal; mucho me temo que acabaremos interiorizando y asumiendo como inevitable el mal de la banalidad.
En fin, que además de la gratificante -en sí misma- postura de principios por la que me he obligado a no ver ninguno de los partidos del mundial de Catar de fútbol, el karma me ha hecho el regalo inmediato de evitarme sufrir en directo ataques de vergüenza ajena; reconozco que lo de las crónicas rajoyanas ya es puro morbo: me quedo con su reflexión-resumen futbolera (aunque admite multitud de aplicaciones en diversos ámbitos): el mejor lugar para situar la pelota es en el campo del otro, porque así no te podrán hacer gol nunca. ¡Viva España!
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