domingo, 25 de diciembre de 2022

El discurso del rey: los esforzados de la ruta.

Me recordadaba anoche el rey, en su habitual mensaje institucional navideño, al director deportivo de  un equipo ciclista, cuando con una mano en el volante del coche, la ventanilla bajada, y con la otra mano dando palmadas en el exterior de la puerta, va animando a su pupilo que sufre, casi exahusto, pedaleando en una prueba contra reloj; claro que algo más descansado el rey: sentado en un silloncito de época y sin elevar mucho el tono; informal y amigable. Pero, en esencia, lo mismo, repitiendo incansable al pueblo español: ¡vamos, vamos, vamos, que tú puedes! (Somos un país que, como ahora, siempre ha sabido responder –no sin dificultades ni sacrificios– a todas las adversidades, que no han sido pocas a lo largo de estos años, en el texto del discurso).

Y poco más; la democracia necesaria, la Constitución buenísima, la OTAN estupenda y Europa imprescindible; y vuelta a lo mismo: dale, dale, dale pedales...(si el éxito de una nación depende del carácter de sus ciudadanos, y de la personalidad y el espíritu que mueve a su sociedad, debemos tener razones para mirar al futuro con esperanza). Pues nada, después de recibir el saludo del rey,  la reina, la princesa y la infanta, ya estaría; ya se sabe: el ciclismo es un deporte agonístico, también agónico, o sea, de mucho sufrir.

Creo que, igual que me impuse la no muy grata tarea de comentar el discurso anual del rey, por el mismo procedimiento me voy a liberar de esa imposición: las dosis de vacuidad buenista pueden llegar a ser intolerables incluso para cualquier esforzado de la ruta, que tampoco es mi caso. ¡Inocente de mí, esperando que el rey esgrimiera su dedete acusador contra jueces corruptos, mafiosos y prevaricadores!

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