Lev Bronstein (Lev Davídovich Bronstein; Lev -hijo de David- Bronstein, en la usual denominación rusa), conocido más tarde como León Trotski, nació en 1879 en Yánokva, una hacienda al sur de Ucrania, relativamente cercana a Jerson y Odesa; de los ocho hijos de sus padres, David y Anna, sólo cuatro llegaron a la edad adulta, los otros cuatro murieron de difteria o escarlatina; David, pese a su situación relativamente acomodada de pequeño terrateniente era analfabeto, no así Anna, que estaba suscrita a una biblioteca y leía regularmente a sus hijos, consciente de la importancia de su educación cultural. Con nueve años su madre lo envió a Odesa donde residía un sobrino suyo (otro sobrino, éste de su padre, fué el productor cinematográfico Samuel Bronston (Bronstein)); Lev Bronstein se convirtió en un lector voraz y demostró pronto una notable inteligencia; finalizando sus estudios en la escuela secundaria (Realschule de San Pablo, de origen luterano alemán) de Odesa y cuando tenía 17 años y el proyecto de estudiar matemáticas, se despertó su conciencia social y adoptó los presupuestos populistas (Naródniki) y más tarde socialistas; los Bronstein eran
judíos y como tales sufrieron el antisemitismo oficial ruso, pero el
propio Trostski admite en su autobiografía (Mi vida) es
muy probable que estas desigualdades raciales contribuyesen a estimular
mi descontento con el régimen existente; pero esta causa se esfumaba en
contacto con otras manifestaciones de la injusticia social, y no
ejerció sobre mí influencia alguna decisiva ni independiente. Pronto la actividad política fué su único objetivo y en 1898, a los 19 años, la policía zarista lo detuvo e ingresó en prisión durante dos años, tiempo que aprovechó para leer intensivamente y ampliar sus conocimientos en varios idiomas (de uno de sus carceleros en Odesa adoptó el sobrenombre de Trotski). Tras esos dos años de prisión se le condenó administrativamente -sin juicio- a un destierro de cuatro años en Siberia: como confiesa en su autobiografía Mi vida (1930) no puede decirse que mi vida, aun presentada en tan rápida síntesis, tenga nada de monótona; en 1900, con 21 años, decidió casarse con su antigua compañera y adversaria en tertulias socialistas, Aleksandra Sokolóvskaya. En Agosto de 1902, Trotski
decidió escapar del destierro siberiano en Ust-Kut, a pesar de contar ya con dos hijas -la segunda de apenas cuatro meses de edad- con la aquiescencia de Aleksandra, que
apenas volvió a verlo pero siempre lo apoyó. La organización clandestina de Iskra -diario clandestino que posteriormente dirigió- logró su traslado desde Irkutsk a Londres (donde llegó en Octubre de 1902), vía Samara, Ucrania y Viena, iniciando la vida itinerante, clandestina y exiliada propia de los revolucionarios rusos de la época. En una visita a París conoció a la que se convirtió en su segunda esposa, Natalia Sedova, con la que tendría dos hijos. Entre 1902 y 1905 Trotski y Lenin tuvieron divergencias sobre todo de procedimiento o tácticas, alineándose el primero con la facción menchevique (menshevik, minoría moderada) y el segundo liderando a la bolchevique (bolshevik, mayoría radical) del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), tras su segundo congreso en 1903. Sin embargo, Trotski se convierte en figura crucial ya en la Primera Revolución (para los rusos la de 1905 es la primera revolución, la de Febrero de 1917 la segunda, y la de Octubre de 1917 la tercera) y el alma política del Sóviet de San Petersburgo; redactó la mayoría de sus proclamas y mociones. Pero, tras cincuenta días, en diciembre de 1905, las tropas disolvieron el Sóviet y Trotski fue arrestado mientras presidía una de sus sesiones. Pasó unos diez meses en las prisiones de la capital durante los cuales nació su primer hijo varón, Lev. Aprovechó su juicio para defender sus acciones y dar publicidad a la revolución en el resto de Europa; a pesar de su elocuente defensa, en noviembre de 1906 fué condenado a exilio perpetuo bajo vigilancia en Siberia. En condiciones propias de una novela de aventuras (en un trineo de renos conducido por un borracho de nombre -o apodo- Nikifor durante cientos de kilómetros y atravesando los Urales en pleno invierno; Trotski se también se encargó de escribir la novelita La fuga de Siberia en un trineo de renos -en el original, Tudá i obratno; esto es, Viaje de ida y vuelta- poco después de protagonizarla), logró escapar a Finlandia; no volvería a Rusia hasta 1917. En 1914 -tras un agitado y permanente exilio itinerante intentando la reunificación del POSDR- el estallido de la I Guerra Mundial sorprende a Trotski en Viena; siendo ruso -nacional de un país en guerra con el Imperio Autrohúngaro- escapa rápidamente a Suiza y posteriormente a París desde donde defendió posturas pacifistas ante el conflicto, sorprendido por el respaldo a la guerra -y a su país, Alemania- de los socialdemócratas alemanes que se mostraron en esas cicunstancias muy poco internacionalistas. En el otoño de 1916, las autoridades francesas lo expulsaron de su territorio, siendo deportado a España, donde permaneció unos meses, tiempo suficiente para que sufriese todo tipo de incidentes policiales que
motivaron una interpelación parlamentaria al Gobierno del conde de
Romanones. Trotski fue encarcelado -sin ningún fundamento jurídico- en Madrid y trasladado posteriormente
a Cádiz en espera de un barco con rumbo a Nueva York, donde llegó a comienzos de 1917, el mismo año que vería las dos últimas revoluciones rusas, en las que Trotski jugaría un papel fundamental, así como en la posterior guerra civil rusa como creador del Ejército Rojo, en su capaz e inteligente entendimiento del cargo de comisario del pueblo para la Defensa. Es justamente esos meses de 1916 en los que Trotski estuvo en España el objeto de este breve apunte para recordar su obra Mis peripecias en España, basada en apuntes de la época y que publicó trece años después, en 1929, ya desterrado de la Unión Soviética por Stalin; ese mismo año se publicó en España traducida por Andreu Nin. Es una obra breve -poco más que anotaciones de viaje- pero que muestra tanto la amenidad de un Trotski costumbrista, perspicaz e inteligente como deja adivinar la mente de un pensador político de primer nivel:
He sido expulsado de Alemania por francófilo; de Francia, por germanófilo. Claro está que yo no soy una cosa ni otra; soy un socialista que ve en la guerra una consecuencia fatal y lógica del sistema capitalista; nuestra misión no ofrece dudas; consiste en aprovechar el desequilibrio y el hambre creados por la guerra para excitar a las masas a la revolución.
Mis peripecias en España es a la par interesante e instructiva por cuanto resulta ser una visión exterior -pero certera y sintética- de la España de hace un siglo.
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