domingo, 16 de mayo de 2021

Milagros

Recorriendo todas las acepciones para la palabra milagro en el diccionario de la RAE no logro encuadrar en ninguna de ellas la reciente solicitud de Manuela Carmena a San Isidro: un milagro civil.

Para comenzar, no me parece ni medio bien esto de solicitar ayuda al más allá -como la ex-ministra de Trabajo, Fátima Báñez, agradeciendo que la Virgen del Rocío echara un capote (¡taurómaca Virgen, cómo no!), o el ex-ministro Fernández Díaz haciendo uso mundano de Marcelo, su ángel custodio- desde cargos políticos que han sido elegidos para trabajar en la solución de problemas del más acá por medios puramente humanos; lo contrario sería -me parece- jugar con ventaja (si esas ayudas extraordinarias y milagrosas fueran posibles). Y para continuar -por precisar la terminología-: milagro civil sería lo contrario a milagro militar (del que no existe precedente conocido); me parece que lo contrario a milagro religioso, como corresponde a un milagro solicitado a San Isidro, sería milagro laico que, no obstante, resulta todo un oxímoron.

Eso en cuanto a las formas de la petición de la ex-alcaldesa Carmena a San Isidro; pero más grave es el contenido de la propia petición por considerar solucionable sólo por medios sobrehumanos -divinos, más bien- el hecho de escuchar al otro; yo creo -a pesar de nuestra tradición e idiosincrasia- que eso se soluciona simplemente con educación y cultura. Y más grave aún cuando dice que hay que implantar una vida política sin estructuras sectarias y en la que se aplauda a quien tenga la mejor idea, venga de donde venga, porque ello implica la radical negación de la dialéctica propia entre ideologías e intereses contrapuestos propios de toda sociedad: está preconizando algo tan totalitario y antidemocrático como el Pensamiento Único; sin dialéctica no sirve de nada escuchar: se trataría de un monólogo. Y lo cierto es que entre el sectarismo y el Pensamiento Único hay un amplio campo en donde se supone que debe discurrir la democracia como medio de solucionar problemas terrenales; o sea, lo que también ha solicitado  Carmena en otro de los apartados del milagro -eso debe ser lo milagroso, que las contradicciones no importen- donde reclama la creación de un clima político desde el que se cuide a la democracia, que dice considerar esencial.

Dejemos los milagros para esos supuestos momentos excepcionales en los que actúan reglas sobrenaturales propias de otra vida y de las que no conviene apropiarse para aplicarlas a los problemas naturales y cotidianos en ésta; ya digo, menos milagros y más educación y cultura para todos: esperar milagros es síntoma claro de desesperación.

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