Nos hemos empeñado -se han empeñado- en denominar olas, en la pandemia de CoVid19, a lo que es una simple relación causa-efecto; salvemos la campaña turística, se dijo, y vino la segunda ola, salvemos la Navidad, se dijo, y vino la tercera ola: tantas veces como nos empeñemos en salvar la economía relajando las medidas de aislamiento reconocidas como eficaces, así tendremos sucesivas olas en las que seguirá elevándose el número de contagios y produciéndose los consiguientes fallecimientos en un determinado porcentaje, ya casi establecido estadísticamente en el 2,5% (en España, a día de hoy, 2.024.905 casos y 51.675 fallecidos), desde la estimación del 4% calculado al inicio de la pandemia. Y todo ello, recordemos, producto de la falacia que supone creer que puede salvarse algo a costa de los salvados: son sólo algunos los que salvan -y aumentan- lo suyo. Así pues, los sucesivos repuntes en el número de contagios no son debidos a causas naturales como el viento o las mareas que producen las olas, sino la repuesta predecible a una relajación en las medidas de aislamiento que son las únicas que garantizan el control de la propagación del virus en tanto la vacunación no sea mayoritaria.
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Y yo quedé prendida a tu tormenta
Perdí el timón sin darme apenas cuenta
Como una ola tu amor creció
Como una ola
Perdí el timón sin darme apenas cuenta
Como una ola tu amor creció
Como una ola
...
cantaba Rocío Jurado; no tenemos más que cambiar amor por pandemia y aplicárnoslo.
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