No
debe haber renunciado Aznar a su idea de que se constituya una nueva CEDA, a
la vista del objetivo declarado por Casado de una integración de todos los partidos de derecha (PP, VOX y Ciudadanos) en España. Y como
serán de imperiosos esa idea y ese objetivo que Casado ha planteado incluso la
renuncia a las siglas del PP en esa propuesta coalición (que, sinceramente, tampoco es
mucha renuncia, teniendo en cuenta que la sóla mención de esas siglas evoca
repetidas imágenes de corrupción sistémica; Feijoo en las últimas
elecciones autonómicas prescindió absolutamente de ellas, parecía que se
presentaba por Galicia). Igualmente Felipe González estaría
encantado con una vuelta al esquema bipartidista implantado por la
Transición del 78, con un PSOE encargado de mantenerse en el guiñol de una aparente democracia con el rol de la izquierda nominal (adjudicando a la izquierda real el consabido papel de Pepito Grillo, puramente testimonial).
Pero hay
muchos motivos por los cuales esa visión simplista, tramposa y
destinada sólo a proporcionar una apariencia de democracia no es posible
-afortunadamente- en la actualidad, puede que en aplicación de la conocida
frase es posible engañar a todos por un tiempo y también engañar a
algunos siempre, pero es imposible engañar a todos siempre; una vez
conocidos los trucos, es imposible volver a creer en la magia y mantener la mirada de niño inocente (a pesar del considerable porcentaje de población al cual los medios mantienen permanenetemente entontecido, entre la ignorancia y la mediocridad).
La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas, lo de Autónomas no se sabe si por garantizar independencia a los integrantes de la Confederación o por redondear el acrónimo; era una integración de pequeños partidos agrarios y católicos aglutinados por Acción Popular de Angel Herrera Oria), comandada
por Gil Robles durante la Segunda República hizo causa común frente a
las alianzas republicano-socialistas de los gobiernos progresistas del
inicio de la República (1931-33). Es saludable conocer -la Historia nos ofrece esa posibilidad de aprendizaje- que
la CEDA, pese a copiar usos e ideas de los partidos fascistas de Alemania e Italia (La democracia no es un fin, sino un medio para la conquista del nuevo
Estado. Cuando llegue el momento, o el Parlamento se somete o lo hacemos
desaparecer, declaraba explícitamente Gil Robles, a quien se vitoraba con ¡Jefe!,¡Jefe!,¡Jefe! a imitación del ¡Duce!, ¡Duce!, ¡Duce!, de Mussolini) no logró superar sus resultados electorales -de forma parecida a lo que le ocurrió al propio Hitler, que recurrió a métodos expeditivos para soluccionar su problema- y acabó perdiendo las elecciones de Febrero de 1936 ante el Frente Popular: Ese fracaso electoral llevó a la CEDA a abandonar su relativa
moderación y empezar a prestar apoyo a personas o grupos violentos
contrarios a la República, lo que incluyó la entrega de los fondos
electorales de la CEDA al líder del golpe militar de 1936 contra la República, el general Emilio Mola. Además, numerosos miembros y partidarios del movimiento juvenil de la CEDA, las Juventudes de Acción Popular (JAP), comenzaron a pasarse en masa a Falange Española (Cita literal de Wikipedia).
No sé si se entiende la equiparación de estos hechos históricos y su aplicación a la situación política en la España actual.