martes, 30 de junio de 2020

Tontos, cretinos, idiotas, imbéciles...y gilipollas.

Así como de los esquimales se dice que tienen numerosas denominaciones para el color blanco (lo que parece ser un mito, en realidad son palabras que designan cualidades de la nieve o el hielo, abundantes en su entorno natural), así los españoles utilizamos numerosas denominaciones  para nombrar específicamente los distintos grados de tontuna en nuestros semejantes; o bien poseemos un muestrario más amplio que otros países o bien cada español posee entre sus rasgos idiosincrásicos el de considerarse bastante más inteligente que el resto de sus conciudadanos y con la habilidad potestativa de asignarles el exacto epíteto descriptivo de su limitada capacidad intelectual. Supongo que todo tendría un origen basado en reales minusvalías psíquicas (cretino, idiota, imbécil...el tonto genérico) cuyas denominaciones se fueron haciendo extensivas a modo de insulto, pero se ve que ésto no nos parecía suficiente -al fin y al cabo, nadie es responsable de las limitaciones intelectivas con las que nace- y pronto nos pusimos a buscar la palabra definitoria para el tonto que lo es por decisión propia, por elección vital; parece que llegamos a encontrarla: gilipollas.
La conformación etimológica de la palabra viene de antiguo y la primera parte de la palabra se supone debida a un herencia del lenguaje gitano (en caló jily significa inocente o cándido), pero nos faltaba un remate digno y sonoro, que se alargara lo suficiente en el tiempo como para que no hubiera duda de que se trataba de un insulto dirigido a la parte más sensible de cada español: su ego, ese mismo ego que le hace considerar gilipollas a la mayoría del resto del mundo; el adecuado remate y segunda parte, pollas, ha tenido también distintos intentos de explicación, bien sea referida a la cabeza de los genitales masculinos -de reconocido poco seso- como a las gallinas jóvenes que nunca -ni en su fase adulta- responden a conductas que  pudieran parecer inteligentes. En resumen, esta segunda parte se trata de una redundancia o reiteración de la primera, un gili-pollas es un tonto-tonto (como cuando se trataba de referirse al café auténtico como café-café), un gilipollas es un tonto a conciencia, intencionadamente, con ganas de serlo; lo que hoy denominamos ignorancista realmente es un gilipollas en el estadio final de su evolución natural. Y no vamos a presumir de exclusividad en ésto, muchos otros idiomas tienen la palabra equivalente a gilipollas en el suyo (y en esa búsqueda he llegado a numerosos sinónimos de gilipollas también en español, algunos con sustanciosas reminiscencias etimológicas: pelanas, ablandabrevas, papavientos, merluzo...) algunas casi tan originales como gilipollas en su referencia a la falta de cerebro, tales como Armleuchter (candelabro, en alemán). Hasta aquí lo que he avanzado en el tema; sin duda queda mucha tela por cortar. Insistiré.

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