martes, 7 de abril de 2020

Sana envidia.

Ya he mencionado alguna vez la regla infalible a aplicar -tratándose de este país- para saber lo que entiende cada uno por patriotismo; no es difícil: si hay quien antepone himnos, banderas y la sacrosanta unidad de la Patria al bienestar de los españoles, estamos hablando de patriotas de interés, oportunistas -generalmente de patriotas de hojalata, para ser más precisos- y eso si no queremos ser tan crudos como Bierce cuando define patriotismo y, sobre todo, patriota (El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de políticos e instrumento de conquistadores) en su Diccionario del diablo.
Tampoco será la primera vez que menciono las sucesivas lecciones políticas que desde Portugal nos vienen dando en tiempos recientes y que aquí asimilamos tarde y con frecuencia mal y, sobre todo,  sin la necesaria  humildad. Por poner un ejemplo, habría que recordar la meritoria autonomía -dentro de lo posible- de Portugal ante las directrices económicas transmitidas por los hombres de negro de la troika del gobierno central europeo, que impidió que Portugal se convirtiera en una reedición del sacrificio griego; seguramente les debemos agradecer su papel de cortafuegos, ya que España habría sido el siguiente objetivo de los hombres de negro.  Pasado el tiempo Portugal recibió felicitaciones de Bruselas por imponer su propio criterio y no hacer caso a sus recomendaciones de estabilización presupuestaria; es decir, desde el gobierno europeo se felicitó a Portugal por no haber hecho mucho caso a sus directrices. Entretanto los sucesivos gobierno del PP en España se dedicaron desde 2010 a cumplir con empeño esas directrices provenientes de Bruselas (de centro-Europa, más bien), pero utilizando  para lograrlo sucesivos recortes en servicios públicos y sanidad que tan caros nos están resultando actualmente.
Siendo discutible que la envidia, cualquier envidia,  pueda llegar a ser sana, es sin duda envidia de ese tipo la que yo siento ante las declaraciones de lealtad institucional del líder de la oposición de Portugal, Rui Rio, dirigidas al presidente del gobierno del país hermano: Señor primer ministro, cuente con la colaboración del PSD. Todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte; resumiendo, aunque el lema político utilizado por el PSD sea Primeiro Portugal, en este caso Rui Rio se ha referido claramente a los portugueses, a la suerte de los portugueses, de todos los portugueses, que son los que, en definitiva, encarnan Portugal. Sí, ya sé; es sólo sentido común y sensatez en éstas graves circunstancias que implican el riesgo de muerte pendiente sobre todos y cada uno de nosostros, pertenezcamos al país que pertenezcamos, pero la envidia me acomete de forma inevitable al comparar éstas palabras con las de los líderes de la oposición en España, que me gustaría no tener que repetir. Y, como puedo no hacerlo, no lo voy a hacer; sin embargo si quisiera dejar claro que la derecha de este país persiste en su sempiterna estrategia de salvar a España aún a costa de la vida de los españoles, estrategia que ya siguió Franco durante la guerra civil (prosiguiéndola en la posguerra) y que, más recientemente, expresó con claridad quien fue ministro de Hacienda en gobiernos del PP, Cristóbal Montoro: que caiga España, que ya la levantaremos nosotros; también en este caso se hablaba de España, aunque los caídos eran, evidentemente, españoles.

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