miércoles, 8 de enero de 2020

Precogs

Si una persona puede imaginar algo, quedan pocas dudas de que otra seguramente lo llevará a cabo, y eso incluye tanto lo posible como lo imposible (es decir, lo que todavía no es posible, pero que por el sólo hecho de haber sido imaginado, alguien finalmente dispondrá de los medios para que acabe siéndolo); podríamos recordar, por ejemplo, la visión premonitoria de la aplicación de la tecnología a los mecanismos políticos totalitarios de control  y propaganda que previó Orwell en 1984 (publicada en 1949) y también el relato de Philip K. Dick, The Minority Report (El Informe de la Minoría), que éste escribió en 1956, y que sirvió de base argumental a la película del mismo nombre, de 2002. Para los que desconozcan éstas últimas, podríamos resumirlo diciendo que en un futuro cercano una unidad especial de la policía (Precrimen) es capaz -mediante la utilización de las capacidades de seres precongnoscientes (precogs)- de detener a los delincuentes antes de que éstos tengan la oportunidad de delinquir realmente; en la película -con final políticamente correcto- se decide acabar con esa unidad  Precrimen debido a sus fallos, pero en el relato original, el sistema se mantiene pese a que éstos se demuestran como previsiblemente posibles, (pero que no pasan de ser considerados como efectos secundarios o colaterales no deseados y, por tanto, asumibles ante el funcionamiento generalmente bueno del sistema).
Eso mismo ha debido considerar el aparato militar USA -y, sobre todo, su presidente, sin necesidad de precogs- para asesinar (en su propia denominación, sin camuflarlo bajo algún eufemismo) preventivamente al general iraní Soleimani ya que éste estaba desarrollando activamente planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidense; lógicamente esos planes son tan secretos -al igual que los que seguramente disponen las agencias de seguridad estadounidenses respecto a las fuerzas de países extranjeros- que, a efectos prácticos y para la opinión pública, es lo mismo que si fueran inexistentes; con lo cual lo único que queda como hecho cierto -y que debemos asumir, también preventivamente- es que la mayor potencia militar del mundo puede en todo momento hacer valer ese sólo hecho -la razón de su fuerza, no la fuerza de su razón- para decidir quien debe morir justificándolo como una defensa preventiva ante posibles futuros ataques contra sus tropas o personal a su servicio. Que, supongo, sería lo mismo que pretendía Hitler al invadir Polonia.

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