Ha quedado la palabra negacionismo reservada a aquella actitud que niega hechos admitidos como ciertos -de la historia o de la actualidad-; la actitud que defiende que negar lo real es una opción: consideran los negacionistas que la realidad puede elegirse como si hubiera varias -incluso infinitas, en su particular ultrakantismo- para que cada cual escoja la que más convenga a su propio discurso, aunque, por ese sólo motivo, ese discurso limite su aceptación a otros negacionistas concurrentes (quede claro que no son negacionistas aquellos que cuestionan la historia o la realidad con datos y pruebas que contradigan versiones tendenciosas o manipuladas de ambas, lo que también es frecuente); los terraplanistas, como ejemplo canónico del ignorancismo, son negacionistas de la esfericidad de la Tierra, ¿por qué?, porque así lo desean, aunque hace tiempo que ni siquiera es necesario comprender los argumentos científicos de la redondez de la Tierra y baste con ver imágenes de nuestro planeta tomadas por satélites desde el espacio.
De igual manera, los negacionistas del cambio climático niegan éste pese a la evidencia de tales cambios y los datos científicos que lo cuantifican y, caso de admitirlo, aducen que no es producido por la acción del ser humano sino debido a causas naturales, como ya ocurrió en el pasado; ignoran -voluntariamente eligen ignorarlo- los datos científicos que muestran una estrecha correlación entre la obtención de energía mediante el uso de combustibles fósiles y el calentamiento global del planeta en los dos últimos siglos.
Que, a nivel político, el negacionismo esté habitualmente instalado en la derecha tampoco es casualidad: el capitalismo salvaje, depredador y esquilmador de los recursos limitados del planeta, necesita distraernos de lo evidente y tranquilizar a las masas con un genérico no pasa nada para que todos caminemos sin preocupaciones por la senda que nos llevará al colapso como especie en un futuro no muy lejano, en pocas generaciones; no podremos, en éste caso, consolarnos con que no nos importe como aquél que previsoramente se vacunaba contra la infidelidad: virgencita que mi mujer no me engañe, y si me engaña que no me entere, y si me entero que no me importe, aunque que no nos importe es lo que podría deducirse de los resultados de la COP25: pese a que su conclusión más relevante ha sido recordar la urgencia de abordar el cambio climático, éste se ha prospuesto a 2020; será que resulta un año más fácil de recordar (*).
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(*) ...edito en Julio de 2020 ; a veces lo escrito resulta profético de forma totalmente ajena a la voluntad de quien lo escribió...
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