La verdad está sobrevalorada; todos sabemos que en muchas ocasiones es mejor mentir que decir la verdad: no se trata exactamente de mentiras piadosas -la piedad no es imprescindible- sino, simplemente, que mentir en esas ocasiones es lo correcto; estoy convencido de que la verdad, en grandes dosis, acaba resultando tóxica.
Tales reflexiones -tan ajenas a la Navidad- vinieron a mí tras leer una entrevista a Hirokazu Kore-eda con motivo de su dirección de la película La verdad, que espero ver pronto dado su exotismo franco-japonés y teniendo en cuenta que está protagonizada por dos interesantes -a mí me lo parecen- actrices: Catherine Deneuve y Juliette Binoche. Sin desvelar nada trascendental sobre esa película -ya digo que no la he visto- tengo el presentimiento o suposición de que la verdad que surge violentamente tras años de una relación madre(exitosa)-hija(no tan exitosa) -dentro de las relaciones paterno- filiales, las femeninas las veo especialmente complejas y cinematográficas- no es lo mejor que podría ocurrirles; finalmente seguro que no podrá considerarse una terapia psicológica de la que ambas se beneficien; aún recuerdo con estremecimiento -me ocurre con las mayoría de las películas de Ingmar Bergman- la semejante Sonata de Otoño (1978), protagonizada por Ingrid Bergman y Liv Ullmann.
Será que incluso a una cierta edad -o quizá debido a ello- no veo que sea siempre necesario encarar la verdad, si es que este concepto ideal tiene existencia real; creo que cada uno debe administrase la dosis de verdad que pueda soportar, pero no más: la vida con anestesia, como las operaciones, he oído recientemente a alguien, mientras recomendaba beber (alcohol) no moderadamente, sino adecuadamente (o sea, mucho).
Además de que la mentira -correcta o incorrecta- es necesaria para la propia existencia de la verdad (como la oscuridad para que exista la luz); en todo caso, a cara descubierta la verdad es muy poco usual, ya dijo Oscar Wilde: Dad una careta al hombre y os dirá la verdad; aunque no siempre querrías oírla, salvo que también lleves careta, podría añadirse. Seguramente baste con recordar a Baltasar Gracián: Es tan difícil decir la verdad como ocultarla; vamos, que la verdad realmente necesaria se hará evidente por sí sola. Vale.
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