miércoles, 29 de mayo de 2019

Gramsci y Sun Tzu

A menudo se menciona -y frecuentemente  fuera de contexto o sólo como adorno intelectual- la frase en la que Gramsci unía el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad; evidentemente se refería a la voluntad necesaria en los malos tiempos, cuando la razón analiza la realidad y deduce y pondera la adversidad que resulta de ese análisis. Resumiendo, según él, a menudo la voluntad de perseverar es necesaria incluso cuando la razón aconseja abandonar debido a que todo parece disponerse en contra.
Pero el mismo Gramsci dejó igualmente escrito: hay que observar que muchas veces el optimismo no es más que una manera de defender la pereza propia, la irresponsabilidad, la voluntad de no hacer nada. Es también una forma de fatalismo y de mecanicismo. Se espera en los factores ajenos a la propia voluntad y laboriosidad, se los exalta, y la persona parece arder en ellos con un sacro entusiasmo. Y el entusiasmo no es más que una adoración externa de fetiches. Reacción necesaria, que debe partir de la inteligencia. El único entusiasmo justificable es el acompañado por una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una riqueza inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente (Passato e Presente, Ottimismo e Pessimismo); Gramsci se refiere en ésta ocasión al optimismo escapista e irresponsable y argumenta el porqué ese optimismo que lo fía todo a elementos externos y/o mágicos es tan peligroso: la voluntad ha de estar basada siempre en la inteligencia; en caso contrario sólo se conseguirá dilapidar esfuerzos y acelerar la propia liquidación: es necesario establecer claramente que la consecución de un objetivo -sobre todo en los planteados a largo plazo- necesita, simultáneamente, un minucioso y detallado plan para alcanzarlo.
Por otra parte, Sun Tzu, en su conocido tratado El Arte de la Guerra, aconseja: En la guerra lo mejor es atacar los planes del enemigo; luego atacar sus alianzas; a continuación atacar sus tropas y, en último lugar, atacar sus fortificaciones Si tu plan no contiene una estrategia de retirada o posterior al ataque, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados, y tomas a la ligera a tus adversarios sin valorar su condición, con toda seguridad caerás prisionero, y también: La norma en el arte de la guerra consiste en cercar al adversario si la superioridad de que se dispone es de diez contra uno; en lanzarse al ataque contra él si es de cinco contra uno y en dividirlo si es de dos contra uno. Si las fuerzas están equilibradas debes ser capaz de combatir; si tus fuerzas son inferiores debes ser capaz de resisitir. 
Me ha parecido oportuno -nunca sobra lo que pensadores sólidos se tomaron la molestia en transmitir-  recordar éstas citas que creo que podrían ser tenidas en cuenta en el período de reflexión que inevitablemente han de plantearse en Unidas Podemos de cara a su futuro político. 
Sí, es posible; sí, se puede; pero pensando antes. No sirve sólo saber que hay que empujar: hay que analizar y establecer previamente cuanto, cuando, cómo y en qué dirección hay que hacerlo. Y -se me olvidaba lo más importante- de común acuerdo; aunando fuerzas; es decir, no permitiendo que el adversario utilice, precisamente, el Arte de la Guerra contra nosotros, dividiendo las nuestras.

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